Lo había sentido desde el mismo centro del infierno. Fue allí, en el medio de Giudecca que había detectado ese cosmos lleno de tranquilidad y luz aunque habituado al combate. En un primer momento se había sorprendido al encontrar un cosmos así en el medio del Santuario de Atena y después decidió sacarse la duda acerca de esa misteriosa persona y se acercó hasta el vigilado templo de la diosa de la sabiduría y de la guerra justa.
Para él no representó ningún problema burlar la vigilancia y llegar hasta la sexta casa del Santuario para encontrar a la persona que portaba ese cosmos que lo había llamado hasta allí. Y lo que encontró fue algo que lo sorprendió ya que ese cosmos que pensaba que pertenecía al caballero dorado de Virgo pertenecía a su aprendiz.
El sucesor de la casa de Virgo era un joven al que él no le dio más de dieciséis años, de tez pálida como la luz de la luna y de ojos y cabellos de un color verde como las esmeraldas o los topacios más finos. Desde el primer momento lo consideró el ser más hermoso que había visto a lo largo de su vida y durante semanas se dedicó a observarlo en los momentos en que podía salir del Inframundo.
Y lo vio pasar muchas de sus horas libres en compañía de un joven de cabellos azules y ojos del mismo color que se mostraba muy posesivo acerca del pequeño. Tejió mil ideas en su cabeza hasta que escuchó a ese jovencito llamarlo Ikki, niisan. Así supo que ese arisco, temperamental y orgulloso joven era el hermano mayor de aquel joven de cabellos verdes que al cabo de unos días tuvo un nombre, Shun.
Shun, la centella, la representación de la luz y Hades tuvo que reconocer que el nombre le estaba muy bien puesto. Fuera a donde fuese ese pequeño parecía llevar una luz propia que iluminaba el ambiente con una poderosa calidez. Notó la influencia de esa luz en la actitud de su hermano mayor que ante la primera sonrisa de Shun le cumplía lo imposible.
Y al pasar las semanas se percató también de que cada vez más le costaba abandonar sus observaciones. Podía pasar horas enteras perdido en sus ojos y en los entrenamientos que le veía cumplir a diario.
Eso lo ponía un poco alterado ya que su personalidad no era la que lo estaba dominando en ese momento. Un ser frío, serio, acostumbrado a hacer su voluntad parecía volverse esclavo de ese niño apenas lo veía levantarse por las mañanas con un maravilloso buen humor y acostarse al anochecer con la misma sonrisa inigualable.
Una mañana fue descubierto y temió que hubiera sido el chiquillo notando su intensa observación, pero sólo descubrió al maestro de Virgo, mirándolo con la sorpresa pintada en su rostro y sin hacer un comentario. Shaka abrió sus ojos y los dos hombres cruzaron sus miradas, la de Hades con la frialdad de la muerte reflejada en ellos prevaleció aunque el rubio notó de inmediato por quien estaba en el Santuario.
Vio a Shaka advertirle a Andrómeda de la vigilancia de la que era objeto. Notó como el cosmos del menor se perturbaba y luego lo escuchó prometer que nunca se quedaría a solas y que cualquier cosa extraña que notara se la comunicaría de inmediato.
Maldijo internamente a Shaka y por un momento pensó en matarlo, pero después desechó esa idea ya que eso significaba una guerra entre el Santuario y el Inframundo, guerra que además convertiría al objeto de sus tormentos en su enemigo y jamás se atrevería a permitir que alguien lo dañara.
Dejó de ir al Santuario, se encerró en Giudecca durante días y días hasta que no pudo resistir más el impulso de verlo de nuevo. Se juró a sí mismo verlo una última vez sabiendo bien que no podría cumplirlo.
Cuando llegó al Santuario se encontró con la celebración de un cumpleaños, el número dieciséis de su pequeña tentación. Lo vio sonreír aún más bellamente que antes ante la pequeña celebración y luego lo escuchó comentar con una felicidad velada de tristeza.
-Es la primera vez que celebro mi cumpleaños. ¡Gracias a todos!
Se juró a sí mismo que el próximo cumpleaños del caballero de Andrómeda sería celebrado en el Inframundo y por todo lo alto, con él a su lado. Por eso esperó pacientemente hasta que el Templo de Virgo quedó vacío excepto por su dueño y su aprendiz. Esperó hasta que Shun ingresó a su habitación y luego reveló su presencia frente al dueño de ese cuarto.
Vio el asombro en los ojos del menor y luego lo vio temer ante su presencia, temor de un instante reemplazado por valor y decisión.
-¿Quién es? - lo escuchó preguntar con frialdad característica de su hermano y no de él.
-Hades - contestó con la misma frialdad.
Lo vio retroceder rumbo a la puerta pero lo detuvo usando su poder como señor de la muerte.
-¿Qué quiere aquí? ¡Váyase! - ordenó el pequeño con cierto deje de miedo.
-¿Qué quiero? Creo que lo sabes... a ti.
Los ojos del menor se dilataron de la sorpresa y no contestó nada.
-¿Qué quieres por venir conmigo? - insistió el dios de la muerte
-Nada. ¡Váyase!
-Debe haber algo que desees... si no es para ti, para tus amigos o para la misma Atena. Te concederé lo que quieras si vienes conmigo.
-¡No! No soy un objeto negociable
A Hades le dolieron sus palabras y meneó la cabeza.
-Podría llevarte por la fuerza...
Shun intentó moverse de nuevo, pero su poder era demasiado poco para poder romper el hechizo de Hades que no dejaba de mirarlo con insistencia.
-Descuida, no lo haré. Si te llevo por la fuerza se iniciaría una guerra entre Atena y yo - continuó Hades - ¿Qué puedo hacer para que vayas conmigo?
-Nada - respondió el menor
-Escúchame con atención, Shun. No soy hombre de hacer esto que estoy haciendo ahora, si quiero algo lo obtengo sin importar como deba obtenerlo, pero no quiero que sea así contigo. ¡Toma mi palabra, llegará el momento en que me necesites, si no es por ti para ayudar a Atena y entonces te cumpliré lo que sea que me pidas! Pero el precio ya lo vas sabiendo...
Hades se acercó decidido al menor y lo tomó del mentón, deseoso de robarle un beso que ante la dolida mirada que recibió fue en la mejilla en vez de los labios. Lo soltó y lo liberó de su control antes de abandonarlo en esa helada habitación.
-No regresaré hasta ese día - murmuró antes de partir.
Un joven de cabellos verdes quedó paralizado hasta sentir los golpes en su puerta y ver a su maestro entrar en la habitación. Se dejó caer suavemente sobre la cama mientras escuchaba lejanas las preguntas de Shaka.
-¡Shun! ¿Quién era? - el rubio insistió ante la escasa respuesta de su aprendiz.
-Hades - susurró al final de unos cuantos minutos.
Shaka plantó en su rostro un gesto de preocupación antes de preguntar.
-¿Qué quería?
Shun no respondió de inmediato tampoco. Cuando su voz se dejó escuchar Shaka estaba a punto de ir en busca de Atena.
-Que me fuera con él - murmuró simplemente.
Shaka se detuvo.
-Hay que decirle a Atena
-¡No! Estallará una guerra por nada.
-¿Nada? ¿Qué el señor de la muerte esté en el Santuario es nada? ¿Qué quiera llevarse a uno de los caballeros de Atena es nada?
-Basta, Shaka. Dijo que no me llevaría a la fuerza y que no regresaría.
El rubio asintió sólo un poco más relajado.
-No puedes creer en eso, Shun.
Pero Shaka debió reconocer que su aprendiz tuvo razón. Hades no regresó al Santuario después de esa impulsiva visita y con el correr de las semanas todo tomó un curso de naturalidad.
Curso que se vio abruptamente interrumpido por culpa de un dios. Shaka pensó de inmediato en Hades pero Atena les informó que era Poseidón el que amenazaba la paz y la estabilidad del mundo.
Así comenzó una nueva guerra santa que tomó un curso favorable al señor de los mares y sus generales marinos mientras el Santuario veía a la tierra cubrirse de agua sin poder remediarlo.
Y cuando llegó el momento del combate final todos estuvieron allí, presentes, desde los caballeros de bronce hasta los dorados, peleando mano a mano. Saori enfrentaba a Poseidón pero el enfrentamiento era simplemente demasiado desigual.
Shun supo que perderían y lo peor era saber que él aún podía darles una oportunidad, aunque el precio que se pagara fuera demasiado para él. Recordó la promesa de Hades y también recordó su precio y sin embargo sabía que aceptaría, porque primero prefería la paz y la tranquilidad del mundo.
Mientras tanto el combate terrible proseguía sin tregua, Poseidón había muerto a muchos caballeros incluso a sus amigos y a Ikki. Shun se sentía desolado pero había tomado una decisión... una decisión que no cambiaría por nada del mundo.
-¡Ya basta! Ya fue suficiente... por favor - su voz se alzó por encima de los gritos de combate.
Saori miró preocupada a Shun, era uno de los pocos caballeros que le quedaban en el combate.
-Shun...
-Pondré fin a esto, Saori. No importa el precio.
-¡Shun! ¡Qué vas a hacer! - las palabras de la diosa sonaron preocupadas y al mismo tiempo cansadas.
-Por favor... devuélveles la vida y detén a Poseidón y yo haré lo que me pidas.
Apenas terminó de hablar una imponente figura apareció ante él y tomando su mentón lo obligó a levantarse.
-Es un acuerdo, Shun. ¡La detención de Thanatos! ¡El encierro!
El poder del señor de la muerte fue suficiente para que todos los caballeros se levantaran vivos y sin ninguna herida mientras Poseidón desaparecía encerrado en una negra vasija.
-¿Qué sucedió? ¡Shun! - Ikki fue de los primeros en levantarse y gritó al ver a su hermano acompañado de una figura muy fría, de cabellos negros y acerados ojos verdes.
Fue Saori la que más que preocupada se atrevió a hablar.
-Hades... ¿qué estás haciendo aquí?
-¡¡¡Hades!!! El dios de la muerte - la exclamación de asombro fue general.
-Atena... he venido a salvarte el pellejo aunque no me importa en lo más mínimo lo que suceda con la tierra. Ahora si me disculpan regresaré a mi reino y recuerda que tienes prohibido pisar el inframundo.
Sin decir otra palabra Hades desapareció aunque llevándose a Shun con él firmemente aferrado.
-Se llevó a Shun - gritó Ikki desesperado.
Saori rompió en llanto y unos caballeros dorados apenas recuperados al igual que los caballeros de bronce escucharon susurrar al caballero dorado de Virgo un desesperado.
-Lo sabía. Sabía que esto pasaría.
-¿Cómo que lo sabías? - gritó Ikki.
-Shaka... por favor... explícate - pidió Saori.
-Hace meses que Hades ha buscado a Shun para llevárselo al Inframundo... Shun es una luz y es por excelencia el caballero del sacrificio. Ninguno de nosotros hubiera hecho lo que hizo... aceptar irse con el dios de la muerte a cambio de la vida de todos nosotros y de la derrota de Poseidón.
-Iré por él - fue la única respuesta de Ikki
-Nunca vencerás a Hades, Ikki. Es el Dios más poderoso de todos y lo que lograrás será matarte. Tenemos que reponer fuerzas, descansar y después iremos por Shun. Lo prometo - fueron las palabras de Saori.
-No pienso esperar - gritó Ikki
-¡Prefieres que Hades te mate y así jamás vuelvas a ver a tu hermano! - gritó Shiryu perdiendo la cabeza por primera vez - ¡Si Shun se sacrificó por nosotros no lo dejaremos ahí pero ahora no somos rivales para Hades... y a él no le gustará vernos llegar como cadáveres!
-Todos iremos por él, Ikki - aseguró Milo en nombre de los dorados.
* * *
Shun se encontraba en una oscura habitación en compañía de Hades, quien miraba al pequeño con una mirada de satisfacción.
-Tendrás que acostumbrarte a tu hogar, Shun.
El peliverde se limitó a asentir. La escasa respuesta molestó levemente al dios del Inframundo.
-¿Crees que te he traído aquí para jugar contigo? - inquirió Hades
-No lo sé
Hades se arrodilló frente al pequeño que estaba sentado en la cama. Tomó con cierto cuidado su mentón para obligarlo a mirarlo.
-No lo hice. Eres el único mortal que me tiene atrapado... estoy preso en tus ojos, en tu mirada, en tu sonrisa, en tus labios que sé que son tan puros como todo tu cuerpo... eres una belleza celestial, incomparable. Y un ser lleno de luz y calidez. Aquí todo es oscuridad y yo quiero que tú me traigas luz. Quiero que seas mi consorte... Lune realizará la ceremonia hoy por la tarde.
Shun lo miró asombrado... incrédulo.
-¿Tú consorte? - susurró
-Si, Shun. Serás el príncipe del Inframundo... y todos te obedecerán.
-Pero... yo...
-Tenemos un trato, Shun. Yo he cumplido mi parte... ¿acaso quieres ser sólo mi amante? No quiero eso para un ser tan puro como tú.
-Yo... gracias - susurró Shun, sabía que era mucho más de lo que había esperado.
-Te dejaré a solas para que puedas arreglarte. En el armario hay algunas prendas preparadas especialmente... elije la que más te guste.
Hades se retiró y dejó solas a un triste peliverde.
-Ikki... ojala estés bien, ojala que todos estén bien... que mi sacrificio valga la pena y que por favor, que pese a todo logren ser felices.
Shun abrió el armario que le había indicado Hades y extrajo unas cuantas ropas para probarse.
* * *
Hades esperaba impaciente la llegada de su prometido pero al verlo supo que había valido la pena esperarlo. Shun lucía hermoso con una túnica negra con bordes dorados que resaltaba la palidez de su piel blanca como la nieve. Su cabello lucía sedoso y muy bien peinado, con algunos broches de diamantes. De su hermoso cuello colgaba un medallón que hacía juego con la diadema que le había entregado como símbolo de su posición. Hades se apresuró a recibirlo tomando su mano para acercarlo a Lune.
-Luces hermoso - le susurró.
Shun esbozó una sonrisa y se dedicó a escuchar las palabras de Lune sin prestarle demasiada atención. Sólo prestó atención cuando Hades colocó una sortija de oro blanco en su mano símbolo de su unión y él colocó una de oro amarillo en el dedo del Dios del Inframundo.
Seguidamente, los tres jueces del Infierno, Minos, Aiacos y un reticente y molesto Radamantis le juraron fidelidad al igual que los más altos jerarcas del inframundo. Todos besaban respetuosamente su mano, logrando que el incómodo jovencito se percatara en realidad del cargo que ocupaba ahora.
-Nadie contradecirá tus órdenes - finalizó Hades - todos los espectros tienen en claro que después de mí tu eres la máxima autoridad del Inframundo.
Después de la ceremonia Hades ofreció un banquete del que participaron todos los espectros del Inframundo y que se desarrolló hasta altísimas horas de la noche aunque alrededor de la medianoche Hades tomó su mano y se lo llevó con él.
Para él no representó ningún problema burlar la vigilancia y llegar hasta la sexta casa del Santuario para encontrar a la persona que portaba ese cosmos que lo había llamado hasta allí. Y lo que encontró fue algo que lo sorprendió ya que ese cosmos que pensaba que pertenecía al caballero dorado de Virgo pertenecía a su aprendiz.
El sucesor de la casa de Virgo era un joven al que él no le dio más de dieciséis años, de tez pálida como la luz de la luna y de ojos y cabellos de un color verde como las esmeraldas o los topacios más finos. Desde el primer momento lo consideró el ser más hermoso que había visto a lo largo de su vida y durante semanas se dedicó a observarlo en los momentos en que podía salir del Inframundo.
Y lo vio pasar muchas de sus horas libres en compañía de un joven de cabellos azules y ojos del mismo color que se mostraba muy posesivo acerca del pequeño. Tejió mil ideas en su cabeza hasta que escuchó a ese jovencito llamarlo Ikki, niisan. Así supo que ese arisco, temperamental y orgulloso joven era el hermano mayor de aquel joven de cabellos verdes que al cabo de unos días tuvo un nombre, Shun.
Shun, la centella, la representación de la luz y Hades tuvo que reconocer que el nombre le estaba muy bien puesto. Fuera a donde fuese ese pequeño parecía llevar una luz propia que iluminaba el ambiente con una poderosa calidez. Notó la influencia de esa luz en la actitud de su hermano mayor que ante la primera sonrisa de Shun le cumplía lo imposible.
Y al pasar las semanas se percató también de que cada vez más le costaba abandonar sus observaciones. Podía pasar horas enteras perdido en sus ojos y en los entrenamientos que le veía cumplir a diario.
Eso lo ponía un poco alterado ya que su personalidad no era la que lo estaba dominando en ese momento. Un ser frío, serio, acostumbrado a hacer su voluntad parecía volverse esclavo de ese niño apenas lo veía levantarse por las mañanas con un maravilloso buen humor y acostarse al anochecer con la misma sonrisa inigualable.
Una mañana fue descubierto y temió que hubiera sido el chiquillo notando su intensa observación, pero sólo descubrió al maestro de Virgo, mirándolo con la sorpresa pintada en su rostro y sin hacer un comentario. Shaka abrió sus ojos y los dos hombres cruzaron sus miradas, la de Hades con la frialdad de la muerte reflejada en ellos prevaleció aunque el rubio notó de inmediato por quien estaba en el Santuario.
Vio a Shaka advertirle a Andrómeda de la vigilancia de la que era objeto. Notó como el cosmos del menor se perturbaba y luego lo escuchó prometer que nunca se quedaría a solas y que cualquier cosa extraña que notara se la comunicaría de inmediato.
Maldijo internamente a Shaka y por un momento pensó en matarlo, pero después desechó esa idea ya que eso significaba una guerra entre el Santuario y el Inframundo, guerra que además convertiría al objeto de sus tormentos en su enemigo y jamás se atrevería a permitir que alguien lo dañara.
Dejó de ir al Santuario, se encerró en Giudecca durante días y días hasta que no pudo resistir más el impulso de verlo de nuevo. Se juró a sí mismo verlo una última vez sabiendo bien que no podría cumplirlo.
Cuando llegó al Santuario se encontró con la celebración de un cumpleaños, el número dieciséis de su pequeña tentación. Lo vio sonreír aún más bellamente que antes ante la pequeña celebración y luego lo escuchó comentar con una felicidad velada de tristeza.
-Es la primera vez que celebro mi cumpleaños. ¡Gracias a todos!
Se juró a sí mismo que el próximo cumpleaños del caballero de Andrómeda sería celebrado en el Inframundo y por todo lo alto, con él a su lado. Por eso esperó pacientemente hasta que el Templo de Virgo quedó vacío excepto por su dueño y su aprendiz. Esperó hasta que Shun ingresó a su habitación y luego reveló su presencia frente al dueño de ese cuarto.
Vio el asombro en los ojos del menor y luego lo vio temer ante su presencia, temor de un instante reemplazado por valor y decisión.
-¿Quién es? - lo escuchó preguntar con frialdad característica de su hermano y no de él.
-Hades - contestó con la misma frialdad.
Lo vio retroceder rumbo a la puerta pero lo detuvo usando su poder como señor de la muerte.
-¿Qué quiere aquí? ¡Váyase! - ordenó el pequeño con cierto deje de miedo.
-¿Qué quiero? Creo que lo sabes... a ti.
Los ojos del menor se dilataron de la sorpresa y no contestó nada.
-¿Qué quieres por venir conmigo? - insistió el dios de la muerte
-Nada. ¡Váyase!
-Debe haber algo que desees... si no es para ti, para tus amigos o para la misma Atena. Te concederé lo que quieras si vienes conmigo.
-¡No! No soy un objeto negociable
A Hades le dolieron sus palabras y meneó la cabeza.
-Podría llevarte por la fuerza...
Shun intentó moverse de nuevo, pero su poder era demasiado poco para poder romper el hechizo de Hades que no dejaba de mirarlo con insistencia.
-Descuida, no lo haré. Si te llevo por la fuerza se iniciaría una guerra entre Atena y yo - continuó Hades - ¿Qué puedo hacer para que vayas conmigo?
-Nada - respondió el menor
-Escúchame con atención, Shun. No soy hombre de hacer esto que estoy haciendo ahora, si quiero algo lo obtengo sin importar como deba obtenerlo, pero no quiero que sea así contigo. ¡Toma mi palabra, llegará el momento en que me necesites, si no es por ti para ayudar a Atena y entonces te cumpliré lo que sea que me pidas! Pero el precio ya lo vas sabiendo...
Hades se acercó decidido al menor y lo tomó del mentón, deseoso de robarle un beso que ante la dolida mirada que recibió fue en la mejilla en vez de los labios. Lo soltó y lo liberó de su control antes de abandonarlo en esa helada habitación.
-No regresaré hasta ese día - murmuró antes de partir.
Un joven de cabellos verdes quedó paralizado hasta sentir los golpes en su puerta y ver a su maestro entrar en la habitación. Se dejó caer suavemente sobre la cama mientras escuchaba lejanas las preguntas de Shaka.
-¡Shun! ¿Quién era? - el rubio insistió ante la escasa respuesta de su aprendiz.
-Hades - susurró al final de unos cuantos minutos.
Shaka plantó en su rostro un gesto de preocupación antes de preguntar.
-¿Qué quería?
Shun no respondió de inmediato tampoco. Cuando su voz se dejó escuchar Shaka estaba a punto de ir en busca de Atena.
-Que me fuera con él - murmuró simplemente.
Shaka se detuvo.
-Hay que decirle a Atena
-¡No! Estallará una guerra por nada.
-¿Nada? ¿Qué el señor de la muerte esté en el Santuario es nada? ¿Qué quiera llevarse a uno de los caballeros de Atena es nada?
-Basta, Shaka. Dijo que no me llevaría a la fuerza y que no regresaría.
El rubio asintió sólo un poco más relajado.
-No puedes creer en eso, Shun.
Pero Shaka debió reconocer que su aprendiz tuvo razón. Hades no regresó al Santuario después de esa impulsiva visita y con el correr de las semanas todo tomó un curso de naturalidad.
Curso que se vio abruptamente interrumpido por culpa de un dios. Shaka pensó de inmediato en Hades pero Atena les informó que era Poseidón el que amenazaba la paz y la estabilidad del mundo.
Así comenzó una nueva guerra santa que tomó un curso favorable al señor de los mares y sus generales marinos mientras el Santuario veía a la tierra cubrirse de agua sin poder remediarlo.
Y cuando llegó el momento del combate final todos estuvieron allí, presentes, desde los caballeros de bronce hasta los dorados, peleando mano a mano. Saori enfrentaba a Poseidón pero el enfrentamiento era simplemente demasiado desigual.
Shun supo que perderían y lo peor era saber que él aún podía darles una oportunidad, aunque el precio que se pagara fuera demasiado para él. Recordó la promesa de Hades y también recordó su precio y sin embargo sabía que aceptaría, porque primero prefería la paz y la tranquilidad del mundo.
Mientras tanto el combate terrible proseguía sin tregua, Poseidón había muerto a muchos caballeros incluso a sus amigos y a Ikki. Shun se sentía desolado pero había tomado una decisión... una decisión que no cambiaría por nada del mundo.
-¡Ya basta! Ya fue suficiente... por favor - su voz se alzó por encima de los gritos de combate.
Saori miró preocupada a Shun, era uno de los pocos caballeros que le quedaban en el combate.
-Shun...
-Pondré fin a esto, Saori. No importa el precio.
-¡Shun! ¡Qué vas a hacer! - las palabras de la diosa sonaron preocupadas y al mismo tiempo cansadas.
-Por favor... devuélveles la vida y detén a Poseidón y yo haré lo que me pidas.
Apenas terminó de hablar una imponente figura apareció ante él y tomando su mentón lo obligó a levantarse.
-Es un acuerdo, Shun. ¡La detención de Thanatos! ¡El encierro!
El poder del señor de la muerte fue suficiente para que todos los caballeros se levantaran vivos y sin ninguna herida mientras Poseidón desaparecía encerrado en una negra vasija.
-¿Qué sucedió? ¡Shun! - Ikki fue de los primeros en levantarse y gritó al ver a su hermano acompañado de una figura muy fría, de cabellos negros y acerados ojos verdes.
Fue Saori la que más que preocupada se atrevió a hablar.
-Hades... ¿qué estás haciendo aquí?
-¡¡¡Hades!!! El dios de la muerte - la exclamación de asombro fue general.
-Atena... he venido a salvarte el pellejo aunque no me importa en lo más mínimo lo que suceda con la tierra. Ahora si me disculpan regresaré a mi reino y recuerda que tienes prohibido pisar el inframundo.
Sin decir otra palabra Hades desapareció aunque llevándose a Shun con él firmemente aferrado.
-Se llevó a Shun - gritó Ikki desesperado.
Saori rompió en llanto y unos caballeros dorados apenas recuperados al igual que los caballeros de bronce escucharon susurrar al caballero dorado de Virgo un desesperado.
-Lo sabía. Sabía que esto pasaría.
-¿Cómo que lo sabías? - gritó Ikki.
-Shaka... por favor... explícate - pidió Saori.
-Hace meses que Hades ha buscado a Shun para llevárselo al Inframundo... Shun es una luz y es por excelencia el caballero del sacrificio. Ninguno de nosotros hubiera hecho lo que hizo... aceptar irse con el dios de la muerte a cambio de la vida de todos nosotros y de la derrota de Poseidón.
-Iré por él - fue la única respuesta de Ikki
-Nunca vencerás a Hades, Ikki. Es el Dios más poderoso de todos y lo que lograrás será matarte. Tenemos que reponer fuerzas, descansar y después iremos por Shun. Lo prometo - fueron las palabras de Saori.
-No pienso esperar - gritó Ikki
-¡Prefieres que Hades te mate y así jamás vuelvas a ver a tu hermano! - gritó Shiryu perdiendo la cabeza por primera vez - ¡Si Shun se sacrificó por nosotros no lo dejaremos ahí pero ahora no somos rivales para Hades... y a él no le gustará vernos llegar como cadáveres!
-Todos iremos por él, Ikki - aseguró Milo en nombre de los dorados.
* * *
Shun se encontraba en una oscura habitación en compañía de Hades, quien miraba al pequeño con una mirada de satisfacción.
-Tendrás que acostumbrarte a tu hogar, Shun.
El peliverde se limitó a asentir. La escasa respuesta molestó levemente al dios del Inframundo.
-¿Crees que te he traído aquí para jugar contigo? - inquirió Hades
-No lo sé
Hades se arrodilló frente al pequeño que estaba sentado en la cama. Tomó con cierto cuidado su mentón para obligarlo a mirarlo.
-No lo hice. Eres el único mortal que me tiene atrapado... estoy preso en tus ojos, en tu mirada, en tu sonrisa, en tus labios que sé que son tan puros como todo tu cuerpo... eres una belleza celestial, incomparable. Y un ser lleno de luz y calidez. Aquí todo es oscuridad y yo quiero que tú me traigas luz. Quiero que seas mi consorte... Lune realizará la ceremonia hoy por la tarde.
Shun lo miró asombrado... incrédulo.
-¿Tú consorte? - susurró
-Si, Shun. Serás el príncipe del Inframundo... y todos te obedecerán.
-Pero... yo...
-Tenemos un trato, Shun. Yo he cumplido mi parte... ¿acaso quieres ser sólo mi amante? No quiero eso para un ser tan puro como tú.
-Yo... gracias - susurró Shun, sabía que era mucho más de lo que había esperado.
-Te dejaré a solas para que puedas arreglarte. En el armario hay algunas prendas preparadas especialmente... elije la que más te guste.
Hades se retiró y dejó solas a un triste peliverde.
-Ikki... ojala estés bien, ojala que todos estén bien... que mi sacrificio valga la pena y que por favor, que pese a todo logren ser felices.
Shun abrió el armario que le había indicado Hades y extrajo unas cuantas ropas para probarse.
* * *
Hades esperaba impaciente la llegada de su prometido pero al verlo supo que había valido la pena esperarlo. Shun lucía hermoso con una túnica negra con bordes dorados que resaltaba la palidez de su piel blanca como la nieve. Su cabello lucía sedoso y muy bien peinado, con algunos broches de diamantes. De su hermoso cuello colgaba un medallón que hacía juego con la diadema que le había entregado como símbolo de su posición. Hades se apresuró a recibirlo tomando su mano para acercarlo a Lune.
-Luces hermoso - le susurró.
Shun esbozó una sonrisa y se dedicó a escuchar las palabras de Lune sin prestarle demasiada atención. Sólo prestó atención cuando Hades colocó una sortija de oro blanco en su mano símbolo de su unión y él colocó una de oro amarillo en el dedo del Dios del Inframundo.
Seguidamente, los tres jueces del Infierno, Minos, Aiacos y un reticente y molesto Radamantis le juraron fidelidad al igual que los más altos jerarcas del inframundo. Todos besaban respetuosamente su mano, logrando que el incómodo jovencito se percatara en realidad del cargo que ocupaba ahora.
-Nadie contradecirá tus órdenes - finalizó Hades - todos los espectros tienen en claro que después de mí tu eres la máxima autoridad del Inframundo.
Después de la ceremonia Hades ofreció un banquete del que participaron todos los espectros del Inframundo y que se desarrolló hasta altísimas horas de la noche aunque alrededor de la medianoche Hades tomó su mano y se lo llevó con él.