Es uno de los fics que tengo sobre esta pareja... si bien sé que son hermanos, me encanta como combinan la dulzura y la pasión que tienen.
Ikki no podía creer lo que estaban viendo sus ojos… su pequeño y dulce niño, su Shun lloraba en silencio en una esquina del jardín de la Mansión.
-¿Qué te pasa, otouto? – preguntó con voz suave el mayor.
Shun tembló visiblemente al sentir la voz de su hermano dirigirse a él.
-Nada. No me pasa nada – contestó con voz suave.
-Sé que algo te sucede… ¿acaso no confías en mí?
-No es eso, Ikki.
-Entonces… porque no me lo cuentas.
-Te vas a enojar…
-No lo haré. Te lo prometo.
Shun clavó sus ojos color topacio en los profundos ojos azules de su hermano mayor.
-Hyoga…
-¿Qué pasa con el pato? – inquirió Ikki
-Hyoga quiere que él y yo… ya sabes
Ikki tardó un momento en analizar el ya sabes de Shun… ¿qué demonios quería el pato de los hielos? ¿Acaso quería que Shun y él…? Iba a rostizar un pato…
-¿Ya sé qué? – preguntó mirando a Shun.
-Él quiere que yo… me deje… ¡ya sabes!
Imágenes de su pequeño Shun en una cama con cierto pato lo asaltaron y lo hicieron sentir extrañamente celoso y furioso a la vez.
-Hyoga quiere que te entregues a él – afirmó Ikki con voz molesta.
-Dijiste que no te enojarías
-Lo lamento. ¿Tú qué quieres? Dime la verdad, Shun… ¿quieres hacerlo si o no?
Shun se ruborizó muchísimo ante la pregunta y tardó un minuto antes de responder.
-No. No quiero… pero tengo miedo de perderlo. Quizás todos tengan razón y sea un niño… ¡debería hacerlo y ya!
-¡¡¡NO!!! – el grito de Ikki fue molesto y se dejó caer a un lado de Shun – no digas eso, Shun.
-Pero…
-Escucha, otouto, si ese pato te presiona y no sabe esperarte ni respetar tus tiempos, simplemente no vale la pena que sufras por él.
-¿Lo crees? – inquirió Shun mirando a Ikki más tranquilo.
-Shun… debe ser especial, comprendes. Cuando decidas… lo que tú ya sabes… debe ser con alguien que estés seguro de amar y que sepa esperarte hasta que tu lo decidas.
-Gracias, Ikki – Shun besó a su hermano en la mejilla y abandonó el jardín mucho más calmado que antes.
Ikki se sentía muy molesto con cierto pato de los hielos… cómo pretendía hacer esas cosas con su hermanito… con su pequeñito… con su inocente, tierno y dulce conejito, con su ángel de alas blancas y de ojos de esperanza… de preciosos, hermosos y puros ojos verdes, con esos cabellos verdes que eran sedosos como los de un bebé, con esa piel blanca como la luna y tan suave como pétalos de rosa.
Reprimió abruptamente sus pensamientos cuando la idea de poder tocar esa piel con sus ásperas manos lo asaltó, cuando la idea de besar esos labios tan dulces lo invadió, cuando se imaginó los suaves gemiditos que el conejito emitiría por el placer, cuando imaginó la idea de penetrar y profanar ese cuerpo tan puro.
-No. No puedo pensar así. No puedo verlo de esa manera – se ordenó a sí mismo pero era inútil, sabía que ya no podría ver con los mismos ojos a su pequeño hermano.
La tarde se desarrolló con normalidad en la Mansión Kido, excepto por el hecho de un muy molesto Hyoga pasó por su lado y lo miró con profundo odio. Cinco minutos después entró en la habitación de Shun para encontrar a su pequeño hermano acostado en la cama.
-¿Estás bien? – preguntó preocupado.
-Hablé con Hyoga… terminamos.
Ikki se sintió muy feliz al escuchar esa noticia pero no se lo iba a demostrar a su pequeño.
-Lo siento…
-Estoy bien. En serio, niisan.
-Lo sé, pequeño. ¿Vas a cenar? – preguntó.
-No. No tengo mucho apetito. ¿Tú?
-Tampoco.
-Ikki… ¿podrías quedarte un rato? Digo… si no te molesta.
-Por supuesto que no, Shunny.
Shun se desplazó en su cama e Ikki se acostó a su lado los dos completamente vestidos. El Fénix miró como su hermano cerraba suavemente sus ojos y con la mayor tranquilidad del mundo se dormía. El sueño de los justos fue el pensamiento de Ikki, tranquilo y sin ningún sobresalto, incluso lo veía sonreír entre sueños.
Él en cambio no pudo dormir durante un largo rato, sentir la suave respiración de su confiado hermano, sentir el dulce calor que emanaba de ese cuerpo… verlo moverse suavemente sobre la cama lo había comenzado a trastornar. Ese ángel era tan bello y tan inocente al mismo tiempo. Cerró sus ojos simulando estar dormido y con cuidado se acercó a Shun y lo abrazó, apretándolo contra su cuerpo. El conejito se movió y abrió sus ojos por un instante, para ver simplemente la faz dormida de su hermano.
-Niisan… te quiero mucho – susurró en voz bajita el conejito, creyendo que el despierto fénix no lo oiría.
Shun volvió a dormirse e Ikki abrió de inmediato sus ojos para perderse en la contemplación de la belleza del más pequeño… podía pasar horas haciéndolo aunque sabía que lo que estaba pensando, lo que deseaba estaba mal. Volvió a imaginarse a si mismo quitando pieza por pieza las ropas de su hermano… deseando comprobar hasta que punto había crecido… se veía tan pequeño entre sus fuertes y férreos brazos. Tan frágil e indefenso… él había jurado hacía mucho tiempo protegerlo de cualquier cosa… pero jamás pensó que de sí mismo tendría que protegerlo… de esas ansias inmensas que sentía de besar sus labios, de tocar su piel, de alcanzar el nirvana en su cuerpo.
Involuntariamente su cuerpo comenzó a despertar y la erección entre sus piernas se hizo notoria en pocos minutos. Con cuidado desprendió el abrazo que tenía con Shun y caminó hacia el baño de su dormitorio, pegado al de Shun. Se encerró en él y con prisas se desprendió el pantalón y se lo quitó para comenzar a masturbarse, intentando no pensar en él… no pensar en su inocente hermano pero era inútil porque cada gemido que soltaba llevaba el nombre de su ángel.
Terminó jadeante y llenó de placer ante algo que hacía mucho que no hacía, casi desde que comenzó a tener relaciones con distintas mujeres y con alguno que otro hombre… sin que Shun, su Shun se enterara.
Después de unos minutos se puso los pantalones y regresó a la habitación de su hermano, que sin percatarse de nada, seguía durmiendo tranquilamente.
* * *
Al cabo de unos cuantos días de profundo silencio entre Hyoga y Shun se volvió a una cierta calma y la amistad entre ellos se restableció, primero con dudas pero después con firmeza. Sin embargo, Hyoga apenas le dirigía la palabra a Ikki… aunque no dejaba de observarlo ni por un momento. Ikki a su vez no podía desviar sus ojos de su pequeño, sus miradas eran insistentes, ardientes y a la vez culpables. Ninguno de sus amigos se había dado cuenta de esas miradas aunque sabía que Hyoga si y se lo reprochaba una y otra vez en silencio.
Finalmente el Cisne lo atajó en el pasillo cuando Shun estaba con Seiya y Shiryu en el jardín y Saori estaba en la Fundación.
-¿Qué quieres? – le preguntó molesto Ikki.
-Que dejes tranquilo a Shun…
-Shun es mi hermano
-¡Por eso mismo! Porque es tu hermano tienes que dejar de verlo así…
-¿Qué quieres decir con eso?
-¡Tú lo sabes! Tú lo deseas… deseas a Shun
-No digas estupideces
-¿Entonces por qué lo alejaste de mí?
-Tú querías apurarlo a hacer algo que él no quería…
-Sólo quería hacerlo tomar una decisión… pero él lo tomó a mal por lo que le dijiste… me acusó de quererlo simplemente para eso y de que lo dejaría después… que si él no se sentía seguro nunca lo haría conmigo… ¡yo lo hubiera esperado! ¡El problema es que eres tú el que quiere a Shun!
-Es mi hermano… mi sangre… lo único que tengo.
-Pero dime de frente que lo ves sólo como tu hermano… que no deseas probar sus labios o recorrer su piel de rosas.
-¡Cállate! – Ikki se iba a ir encima de Hyoga pero los dos escucharon la puerta abrirse y la voz de los otros santos al entrar en la casa.
El Fénix se detuvo con el puño en alto y sin dudar se metió en su dormitorio.
Shun subió las escaleras y vio el pasillo desierto, aunque había jurado que había escuchado voces cuando entraron. Seiya y Shiryu ya habían vuelto a salir rumbo al cine pero él se había quedado porque quería leer un rato. Entró en su habitación y en apenas un minuto se encontró a Hyoga entrando allí.
-Hyoga… ¿necesitas algo? – preguntó Shun mirando con una sonrisa llena de confianza al cisne.
Hyoga lo miró intensamente, la conversación con Ikki había encendido sus instintos… recordando cuando era él el que lograba besar los labios del conejito aunque nunca había obtenido otra cosa aparte de eso.
Con rapidez se acercó al pequeño y lo arrojó sobre la cama colocándose encima de él. Shun tardó un largo minuto en comprender lo que sucedía.
-Déjame – suplicó al notar que Hyoga se dirigía a sus labios para besarlos furiosamente.
-No. Tendré lo que quiero – gimió entrecortado el cisne
-Hyoga… ¡No! – Shun empujó intentando quitárselo de encima cuando sintió las manos de Hyoga intentando desvestirlo.
Hyoga tapó con una de sus manos la boca del pequeño para que no pudiera gritar y aprovechando su fortaleza impidió el movimiento defensivo del pequeño.
Shun rompió a llorar con fuerza, ahogándose porque Hyoga no lo dejaba respirar… su mente se iba vaciando gradualmente y un solo nombre llegó a su mente… ¡Ikki!
El Fénix estaba en su dormitorio, calmando la furia que lo invadía por las palabras de Hyoga… maldito cisne, lo mataría cuando lo tuviera a mano, cuando no hubiera testigos. En medio de sus pensamientos sintió una voz muy suave llamándolo… ¡Ikki!, la voz de Shun fue lo que pensó enseguida. Salió disparado rumbo a la habitación de su hermano… escuchando unos extraños sonidos a medida que se acercaba. Sin dudar abrió la puerta para quedar congelado por lo que vieron sus ojos… su niño, su dulce conejito, su pequeño… con los ojitos cerrados, inconsciente y con una mano tapando tan fuertemente su boca que parecía no darse cuenta de que Shun no podía respirar. Y Hyoga encima de él, intentando quitarle la ropa estando él ya casi desnudo… un cisne tan obsesionado en su tarea que no se había dado cuenta de nada hasta que sintió que lo arrojaban violentamente contra la pared.
-Ikki – murmuró antes de quedar inconsciente.
-¡Maldito desgraciado! ¡Shun! – Ikki se acercó al pequeño peliverde que estaba desvanecido y muy pálido.
Lo tomó con cuidado y lo sacó de la habitación para llevarlo a su dormitorio, colocándolo sobre su cama y buscando el pulso del conejito que para su alivio encontró. Sin dudar un momento regresó para terminar con el cisne pero fue demasiado tarde porque ya no estaba en la habitación.
Al voltear para salir se encontró a Shun parado frente a él, apenas sosteniéndose de pie, parecía la imagen misma de la debilidad y la inocencia.
-Ikki – fue lo que pronunció para luego romper a llorar.
-Shunny – Ikki lo tomó entre sus brazos para regresarlo a la cama y luego abrazarlo con fuerza – no llores, no pasó nada grave.
-¿Por qué? Porque quiso…
Cómo responder eso, fue la pregunta de Ikki si sabía que era imposible no desear esa piel tan bella y no caer rendido a la belleza tan inocente y a la vez despampanante de Shun.
-No puedo responder eso, Shun…
-¡Fue mi culpa! Quizás yo lo llevé…
-¡Nunca! Escucha, Shun… mi pequeño… no es tu culpa, eres demasiado inocente como para provocar algo así… créeme si fueras consciente de tu belleza tendrías a medio mundo a tus pies.
-No quiero ser bello… todos lo dicen como si fuera una virtud…
-Y lo es, Shun. Pero tú tienes una hermosa belleza física que no se compara con tu belleza interior… esa belleza te hace ser único. Y no quiero que vuelvas a decir eso de que no deseas ser hermoso.
-Ikki… niisan… gracias – susurró Shun – tú siempre estás cuando te necesito… siempre… eres lo que más quiero en el mundo.
-Shun… otouto… jamás me hubiera perdonado el no haber llegado a tiempo… - respondió Ikki conteniendo el impulso de asaltar los labios de su pequeño hermano.
-No hubiera sido tu culpa – murmuró Shun con dulzura.
Ikki se perdió por enésima vez mirando a su hermano, esos ojitos que ya no lloraban y que estaban serenamente posados en sus ojos azules.
-Perdóname, Shun… me iré al infierno por esto… pero ya no… puedo.
Ikki se acercó a un asombrado Shun y con muchísima dulzura lo tomó del mentón para besar sus labios en un delicado roce… sintió que llegaba al paraíso con ese mínimo contacto.
-Ikki… ¿por qué? – preguntó Shun luego de separarse
-Lo siento… lo mejor será irme ahora… perdóname, usabi
Shun lo sujetó de una de sus muñecas y lo hizo sentar de nuevo en la cama… los dos a apenas unos centímetros de sus cuerpos y sin embargo dudaban de acercarse como lo habían hecho por años.
-Me dijiste hace poco que… cuando quisiera estar con una persona… esa persona tendría que esperar a que yo tomara la decisión… ¿verdad? Necesito que me expliques porqué... ¿por qué sentí más hace un momento que antes con Hyoga? ¡Explícamelo!
Ikki comprendió el enorme esfuerzo de Shun al hablar así.
-Shun… no lo sé… no sé porque al besarte uno siente que toca el cielo con sus labios… no tengo una respuesta para eso – contestó Ikki.
Shun miró a los ojos de su hermano y los notó tan turbados como los suyos…pero los de Ikki tenían la mirada decidida, una decisión tomada… no estaba inseguro.
Ikki miró al mismo tiempo los inquietos ojos de su pequeño, ansiaba besarlo otra vez, pero los ojitos de Shun le transmitían mil y una inseguridades… Shun recordaba la horrible sensación de sentir las manos forzadas de Hyoga acariciándolo con dureza, sin cuidado. No pudo evitar preguntarse si Ikki lo acariciaría de igual manera… con esa rudeza que había notado en el cisne.
Pero Ikki era su hermano… no lo lastimaría, no sería capaz de hacerlo, ni siquiera si decidía detenerse a medio camino… él lo comprendería y lo esperaría.
-Tengo miedo de esto… - susurró en voz bajita.
Ikki lo miró y se acercó con cuidado para obligarlo a mirarlo.
-Eres lo único que amo en este mundo, Shun – fueron sus palabras.
Shun lo miró con las mejillas teñidas de un suave rubor.
-Yo… quiero… que tú… seas… yo quiero… ser… tuyo – balbuceó torpemente Shun bajando la mirada.
Ikki sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo ante esas palabras… su pequeño… acaso le estaba diciendo que podía… que quería que fuera él quien se llevara su inocencia.
Sus ojos se miraron largamente… sin palabras, los dos sabían que se amaban demasiado… sin importar la sangre que los uniera.
-¿Estás seguro, usabi? – preguntó Ikki con dulzura
-Si… muy seguro… yo… te amo
Ikki no podía creer lo que estaban viendo sus ojos… su pequeño y dulce niño, su Shun lloraba en silencio en una esquina del jardín de la Mansión.
-¿Qué te pasa, otouto? – preguntó con voz suave el mayor.
Shun tembló visiblemente al sentir la voz de su hermano dirigirse a él.
-Nada. No me pasa nada – contestó con voz suave.
-Sé que algo te sucede… ¿acaso no confías en mí?
-No es eso, Ikki.
-Entonces… porque no me lo cuentas.
-Te vas a enojar…
-No lo haré. Te lo prometo.
Shun clavó sus ojos color topacio en los profundos ojos azules de su hermano mayor.
-Hyoga…
-¿Qué pasa con el pato? – inquirió Ikki
-Hyoga quiere que él y yo… ya sabes
Ikki tardó un momento en analizar el ya sabes de Shun… ¿qué demonios quería el pato de los hielos? ¿Acaso quería que Shun y él…? Iba a rostizar un pato…
-¿Ya sé qué? – preguntó mirando a Shun.
-Él quiere que yo… me deje… ¡ya sabes!
Imágenes de su pequeño Shun en una cama con cierto pato lo asaltaron y lo hicieron sentir extrañamente celoso y furioso a la vez.
-Hyoga quiere que te entregues a él – afirmó Ikki con voz molesta.
-Dijiste que no te enojarías
-Lo lamento. ¿Tú qué quieres? Dime la verdad, Shun… ¿quieres hacerlo si o no?
Shun se ruborizó muchísimo ante la pregunta y tardó un minuto antes de responder.
-No. No quiero… pero tengo miedo de perderlo. Quizás todos tengan razón y sea un niño… ¡debería hacerlo y ya!
-¡¡¡NO!!! – el grito de Ikki fue molesto y se dejó caer a un lado de Shun – no digas eso, Shun.
-Pero…
-Escucha, otouto, si ese pato te presiona y no sabe esperarte ni respetar tus tiempos, simplemente no vale la pena que sufras por él.
-¿Lo crees? – inquirió Shun mirando a Ikki más tranquilo.
-Shun… debe ser especial, comprendes. Cuando decidas… lo que tú ya sabes… debe ser con alguien que estés seguro de amar y que sepa esperarte hasta que tu lo decidas.
-Gracias, Ikki – Shun besó a su hermano en la mejilla y abandonó el jardín mucho más calmado que antes.
Ikki se sentía muy molesto con cierto pato de los hielos… cómo pretendía hacer esas cosas con su hermanito… con su pequeñito… con su inocente, tierno y dulce conejito, con su ángel de alas blancas y de ojos de esperanza… de preciosos, hermosos y puros ojos verdes, con esos cabellos verdes que eran sedosos como los de un bebé, con esa piel blanca como la luna y tan suave como pétalos de rosa.
Reprimió abruptamente sus pensamientos cuando la idea de poder tocar esa piel con sus ásperas manos lo asaltó, cuando la idea de besar esos labios tan dulces lo invadió, cuando se imaginó los suaves gemiditos que el conejito emitiría por el placer, cuando imaginó la idea de penetrar y profanar ese cuerpo tan puro.
-No. No puedo pensar así. No puedo verlo de esa manera – se ordenó a sí mismo pero era inútil, sabía que ya no podría ver con los mismos ojos a su pequeño hermano.
La tarde se desarrolló con normalidad en la Mansión Kido, excepto por el hecho de un muy molesto Hyoga pasó por su lado y lo miró con profundo odio. Cinco minutos después entró en la habitación de Shun para encontrar a su pequeño hermano acostado en la cama.
-¿Estás bien? – preguntó preocupado.
-Hablé con Hyoga… terminamos.
Ikki se sintió muy feliz al escuchar esa noticia pero no se lo iba a demostrar a su pequeño.
-Lo siento…
-Estoy bien. En serio, niisan.
-Lo sé, pequeño. ¿Vas a cenar? – preguntó.
-No. No tengo mucho apetito. ¿Tú?
-Tampoco.
-Ikki… ¿podrías quedarte un rato? Digo… si no te molesta.
-Por supuesto que no, Shunny.
Shun se desplazó en su cama e Ikki se acostó a su lado los dos completamente vestidos. El Fénix miró como su hermano cerraba suavemente sus ojos y con la mayor tranquilidad del mundo se dormía. El sueño de los justos fue el pensamiento de Ikki, tranquilo y sin ningún sobresalto, incluso lo veía sonreír entre sueños.
Él en cambio no pudo dormir durante un largo rato, sentir la suave respiración de su confiado hermano, sentir el dulce calor que emanaba de ese cuerpo… verlo moverse suavemente sobre la cama lo había comenzado a trastornar. Ese ángel era tan bello y tan inocente al mismo tiempo. Cerró sus ojos simulando estar dormido y con cuidado se acercó a Shun y lo abrazó, apretándolo contra su cuerpo. El conejito se movió y abrió sus ojos por un instante, para ver simplemente la faz dormida de su hermano.
-Niisan… te quiero mucho – susurró en voz bajita el conejito, creyendo que el despierto fénix no lo oiría.
Shun volvió a dormirse e Ikki abrió de inmediato sus ojos para perderse en la contemplación de la belleza del más pequeño… podía pasar horas haciéndolo aunque sabía que lo que estaba pensando, lo que deseaba estaba mal. Volvió a imaginarse a si mismo quitando pieza por pieza las ropas de su hermano… deseando comprobar hasta que punto había crecido… se veía tan pequeño entre sus fuertes y férreos brazos. Tan frágil e indefenso… él había jurado hacía mucho tiempo protegerlo de cualquier cosa… pero jamás pensó que de sí mismo tendría que protegerlo… de esas ansias inmensas que sentía de besar sus labios, de tocar su piel, de alcanzar el nirvana en su cuerpo.
Involuntariamente su cuerpo comenzó a despertar y la erección entre sus piernas se hizo notoria en pocos minutos. Con cuidado desprendió el abrazo que tenía con Shun y caminó hacia el baño de su dormitorio, pegado al de Shun. Se encerró en él y con prisas se desprendió el pantalón y se lo quitó para comenzar a masturbarse, intentando no pensar en él… no pensar en su inocente hermano pero era inútil porque cada gemido que soltaba llevaba el nombre de su ángel.
Terminó jadeante y llenó de placer ante algo que hacía mucho que no hacía, casi desde que comenzó a tener relaciones con distintas mujeres y con alguno que otro hombre… sin que Shun, su Shun se enterara.
Después de unos minutos se puso los pantalones y regresó a la habitación de su hermano, que sin percatarse de nada, seguía durmiendo tranquilamente.
* * *
Al cabo de unos cuantos días de profundo silencio entre Hyoga y Shun se volvió a una cierta calma y la amistad entre ellos se restableció, primero con dudas pero después con firmeza. Sin embargo, Hyoga apenas le dirigía la palabra a Ikki… aunque no dejaba de observarlo ni por un momento. Ikki a su vez no podía desviar sus ojos de su pequeño, sus miradas eran insistentes, ardientes y a la vez culpables. Ninguno de sus amigos se había dado cuenta de esas miradas aunque sabía que Hyoga si y se lo reprochaba una y otra vez en silencio.
Finalmente el Cisne lo atajó en el pasillo cuando Shun estaba con Seiya y Shiryu en el jardín y Saori estaba en la Fundación.
-¿Qué quieres? – le preguntó molesto Ikki.
-Que dejes tranquilo a Shun…
-Shun es mi hermano
-¡Por eso mismo! Porque es tu hermano tienes que dejar de verlo así…
-¿Qué quieres decir con eso?
-¡Tú lo sabes! Tú lo deseas… deseas a Shun
-No digas estupideces
-¿Entonces por qué lo alejaste de mí?
-Tú querías apurarlo a hacer algo que él no quería…
-Sólo quería hacerlo tomar una decisión… pero él lo tomó a mal por lo que le dijiste… me acusó de quererlo simplemente para eso y de que lo dejaría después… que si él no se sentía seguro nunca lo haría conmigo… ¡yo lo hubiera esperado! ¡El problema es que eres tú el que quiere a Shun!
-Es mi hermano… mi sangre… lo único que tengo.
-Pero dime de frente que lo ves sólo como tu hermano… que no deseas probar sus labios o recorrer su piel de rosas.
-¡Cállate! – Ikki se iba a ir encima de Hyoga pero los dos escucharon la puerta abrirse y la voz de los otros santos al entrar en la casa.
El Fénix se detuvo con el puño en alto y sin dudar se metió en su dormitorio.
Shun subió las escaleras y vio el pasillo desierto, aunque había jurado que había escuchado voces cuando entraron. Seiya y Shiryu ya habían vuelto a salir rumbo al cine pero él se había quedado porque quería leer un rato. Entró en su habitación y en apenas un minuto se encontró a Hyoga entrando allí.
-Hyoga… ¿necesitas algo? – preguntó Shun mirando con una sonrisa llena de confianza al cisne.
Hyoga lo miró intensamente, la conversación con Ikki había encendido sus instintos… recordando cuando era él el que lograba besar los labios del conejito aunque nunca había obtenido otra cosa aparte de eso.
Con rapidez se acercó al pequeño y lo arrojó sobre la cama colocándose encima de él. Shun tardó un largo minuto en comprender lo que sucedía.
-Déjame – suplicó al notar que Hyoga se dirigía a sus labios para besarlos furiosamente.
-No. Tendré lo que quiero – gimió entrecortado el cisne
-Hyoga… ¡No! – Shun empujó intentando quitárselo de encima cuando sintió las manos de Hyoga intentando desvestirlo.
Hyoga tapó con una de sus manos la boca del pequeño para que no pudiera gritar y aprovechando su fortaleza impidió el movimiento defensivo del pequeño.
Shun rompió a llorar con fuerza, ahogándose porque Hyoga no lo dejaba respirar… su mente se iba vaciando gradualmente y un solo nombre llegó a su mente… ¡Ikki!
El Fénix estaba en su dormitorio, calmando la furia que lo invadía por las palabras de Hyoga… maldito cisne, lo mataría cuando lo tuviera a mano, cuando no hubiera testigos. En medio de sus pensamientos sintió una voz muy suave llamándolo… ¡Ikki!, la voz de Shun fue lo que pensó enseguida. Salió disparado rumbo a la habitación de su hermano… escuchando unos extraños sonidos a medida que se acercaba. Sin dudar abrió la puerta para quedar congelado por lo que vieron sus ojos… su niño, su dulce conejito, su pequeño… con los ojitos cerrados, inconsciente y con una mano tapando tan fuertemente su boca que parecía no darse cuenta de que Shun no podía respirar. Y Hyoga encima de él, intentando quitarle la ropa estando él ya casi desnudo… un cisne tan obsesionado en su tarea que no se había dado cuenta de nada hasta que sintió que lo arrojaban violentamente contra la pared.
-Ikki – murmuró antes de quedar inconsciente.
-¡Maldito desgraciado! ¡Shun! – Ikki se acercó al pequeño peliverde que estaba desvanecido y muy pálido.
Lo tomó con cuidado y lo sacó de la habitación para llevarlo a su dormitorio, colocándolo sobre su cama y buscando el pulso del conejito que para su alivio encontró. Sin dudar un momento regresó para terminar con el cisne pero fue demasiado tarde porque ya no estaba en la habitación.
Al voltear para salir se encontró a Shun parado frente a él, apenas sosteniéndose de pie, parecía la imagen misma de la debilidad y la inocencia.
-Ikki – fue lo que pronunció para luego romper a llorar.
-Shunny – Ikki lo tomó entre sus brazos para regresarlo a la cama y luego abrazarlo con fuerza – no llores, no pasó nada grave.
-¿Por qué? Porque quiso…
Cómo responder eso, fue la pregunta de Ikki si sabía que era imposible no desear esa piel tan bella y no caer rendido a la belleza tan inocente y a la vez despampanante de Shun.
-No puedo responder eso, Shun…
-¡Fue mi culpa! Quizás yo lo llevé…
-¡Nunca! Escucha, Shun… mi pequeño… no es tu culpa, eres demasiado inocente como para provocar algo así… créeme si fueras consciente de tu belleza tendrías a medio mundo a tus pies.
-No quiero ser bello… todos lo dicen como si fuera una virtud…
-Y lo es, Shun. Pero tú tienes una hermosa belleza física que no se compara con tu belleza interior… esa belleza te hace ser único. Y no quiero que vuelvas a decir eso de que no deseas ser hermoso.
-Ikki… niisan… gracias – susurró Shun – tú siempre estás cuando te necesito… siempre… eres lo que más quiero en el mundo.
-Shun… otouto… jamás me hubiera perdonado el no haber llegado a tiempo… - respondió Ikki conteniendo el impulso de asaltar los labios de su pequeño hermano.
-No hubiera sido tu culpa – murmuró Shun con dulzura.
Ikki se perdió por enésima vez mirando a su hermano, esos ojitos que ya no lloraban y que estaban serenamente posados en sus ojos azules.
-Perdóname, Shun… me iré al infierno por esto… pero ya no… puedo.
Ikki se acercó a un asombrado Shun y con muchísima dulzura lo tomó del mentón para besar sus labios en un delicado roce… sintió que llegaba al paraíso con ese mínimo contacto.
-Ikki… ¿por qué? – preguntó Shun luego de separarse
-Lo siento… lo mejor será irme ahora… perdóname, usabi
Shun lo sujetó de una de sus muñecas y lo hizo sentar de nuevo en la cama… los dos a apenas unos centímetros de sus cuerpos y sin embargo dudaban de acercarse como lo habían hecho por años.
-Me dijiste hace poco que… cuando quisiera estar con una persona… esa persona tendría que esperar a que yo tomara la decisión… ¿verdad? Necesito que me expliques porqué... ¿por qué sentí más hace un momento que antes con Hyoga? ¡Explícamelo!
Ikki comprendió el enorme esfuerzo de Shun al hablar así.
-Shun… no lo sé… no sé porque al besarte uno siente que toca el cielo con sus labios… no tengo una respuesta para eso – contestó Ikki.
Shun miró a los ojos de su hermano y los notó tan turbados como los suyos…pero los de Ikki tenían la mirada decidida, una decisión tomada… no estaba inseguro.
Ikki miró al mismo tiempo los inquietos ojos de su pequeño, ansiaba besarlo otra vez, pero los ojitos de Shun le transmitían mil y una inseguridades… Shun recordaba la horrible sensación de sentir las manos forzadas de Hyoga acariciándolo con dureza, sin cuidado. No pudo evitar preguntarse si Ikki lo acariciaría de igual manera… con esa rudeza que había notado en el cisne.
Pero Ikki era su hermano… no lo lastimaría, no sería capaz de hacerlo, ni siquiera si decidía detenerse a medio camino… él lo comprendería y lo esperaría.
-Tengo miedo de esto… - susurró en voz bajita.
Ikki lo miró y se acercó con cuidado para obligarlo a mirarlo.
-Eres lo único que amo en este mundo, Shun – fueron sus palabras.
Shun lo miró con las mejillas teñidas de un suave rubor.
-Yo… quiero… que tú… seas… yo quiero… ser… tuyo – balbuceó torpemente Shun bajando la mirada.
Ikki sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo ante esas palabras… su pequeño… acaso le estaba diciendo que podía… que quería que fuera él quien se llevara su inocencia.
Sus ojos se miraron largamente… sin palabras, los dos sabían que se amaban demasiado… sin importar la sangre que los uniera.
-¿Estás seguro, usabi? – preguntó Ikki con dulzura
-Si… muy seguro… yo… te amo