Nunca pensé que me vería obligado a correr de un sitio para otro.
Cuando recibí la carta tracé un par de planes que me permitieran abarcar todas mis citas sin la necesidad de correr, o de hacer esperar demasiado a alguna de ellas, pues la puntualidad para mí es muy importante; muchas veces consideré que Milo podría ocupar alguna de esas habitaciones, sin embargo, hasta ahora, no me lo he encontrado por ninguna parte, y como si no fuese suficiente, todo lo que idee para esta velada ha fracasado totalmente.
Cuando abro de golpe la puerta del privado número 2, me doy cuenta que mi acompañante no está… Doy un respingo malhumorado al ver que se ha marchado por mi falta de respeto; cierro la puerta y avanzo hasta la mesa para esperarle si es que desea volver o decidir si marcharme definitivamente, después de todo, la culpa ha sido mía.
Al avanzar un poco más, noto sobre la liza superficie una nota bajo un empaquetado que al reconocer, mi ceja diestra se arquea con incredulidad; y es un alivio que me encuentre solo porque no sólo he sonreído, sino también he decidió reír ante la ocurrencia de Mascara de la muerte, a quien puedo reconocer gracias a la caligrafía de la nota.
No sé si debería esperar o avanzar hasta la siguiente puerta; podría dejarle una nota, pero no sé si el reconozca mi letra como yo he reconocido la suya.
Finalmente decido esperarle unos minutos… ya veremos cuál es la cara que pone al verme aquí.
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