"Por el amor que Casius sentía por Shaina"
Las palabras de Marin revotaron contra mi pecho, haciendome sentir aquella oleada de nostalgia y depresión que me había rodeado en el cementerio.
Aunque para nosotros, tomar la vida de otra persona era un pecado que Athena nos permitía mientras fuese el enemigo, un alma inocente no entraba en ese rango; y aunque Casius tenía muchos defectos, en ese momento solamente era un alma desesperada que intentaba evitar el dolor en la mujer que amaba.
Me quedé en silencio, sopesando el sabor amor que sentía en la boca y esa sensación de aguja sobre mi corazón.
"No te sientas culpable"
Mis labios adquirieron una vaga sonrisa, como si intentaran aceptar aquellas palabras como un parche a mi herida interna.
No he hablado de esta sensación con nadie, ni siquiera con Shaka, a quien en cierta forma ahora responsabilizo por elo. Si él no hubiera intentando defender a Arles en ese momento cuando yo conocia la verdad sobre Athena, él no me hubiera atacado por la espalda y yo no me sentiria un asesino.
A pesar de eso, a diferencia de Saga con su falsa culpa, yo bebí mi arrepentimiento para continuar de pie, asumiendo la responsabilidad y esta sensación que no me deja en paz.
A pesar que el silencio fue breve y que no me permití demostrarlo de ninguna forma, de un modo conversar con ella aplacaba esta vaga necesidad de estar con alguien más, de hablar o simplemente escuchar algo más que las voces de mi conciencia. Realmente me siento muy agradecido por haber encontrado a Marin casualmente en este lugar.
Un gesto mucho más sincero se dibujó en mis labios al escucharle, incluso, la risa se escapó de ellos al notarle avanzar, rebasarme y compartir la broma conmigo.
No quise cambiar el tema a proposito, pero creí que lo mejor era no ahondar en el asunto o yo terminaria perdiendo mi máscara y dejandole ver ese lado que no deseaba Marin presenciara.
Puedo mostrarselo a otro, pero a ella definitivamente no.
—Tienes razón, yo estoy en deuda—. Reí —En ese caso tendrás que ser especifica con lo que quieres obtener de mi, y sentirte muy afortunada, porque no todos los días un caballero de plata puede disfrutar tener a un santo de oro a sus pies.
Ella es una mujer, aunque no es como esas cortesanas del pueblo de Rodorio; ella tiene cualidades que la excluyen de lo que normalmente yo considero está en esos gustos; entonces, no sé qué cosas podría darle a Marin que la complazcan. Ella no podría usar aretes, vestidos, ni collares... Tal vez un anillo...
—Podría prepararte la cena.