El Ave Fénix o Phoenicoperus como lo conocían los griegos, es un ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras. Su hipotética distribución, según algunos mitos, comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta el norte de África.
Cuenta la leyenda que el Fénix vivía en el jardín del Paraíso, y estaba anidando en el rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró saltó una chispa y prendió el nido del Fénix, haciendo que ardiera éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más desatacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas. Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo que empollaba durante tres días y al tercer día ardía, no se sabe si por el fuego que él mismo provocaba o por causa accidental. El Fénix se quemaba por completo, y al reducirse a cenizas, resurgía del huevo el mismo ave Fénix, siempre única y eterna. Según el mito, se le añaden otros dones, como el de la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.