Primero que nada Beba bienvenida Aioros Sagitario, espero que te guste y no te estès quejando de que no te di una grata bienvenida, disfrùtalo y Genny a ti que te gusta la pareja tambièn hermosa. Les debo el Lemon para la pròxima xD.
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TU SANGRE, MI MARCA.
Sus piernas se sentían acalambradas, el dolor en su costado le impedía respirar, su garganta reseca ardía junto con su nariz, su cabello estaba completamente desordenado, con boronas de gel seco esparcidas en él, sus ojos picaban y sentía que el pecho iba a explotarle, de nada había servido la desaforada carrera que realizó para olvidar, para aminorar el sufrimiento de su corazón, deseaba morirse con tal de no sentir aquello, y todo por él, por su maldita culpa, porque su corazón no pudo menos que fijarse en la persona más prohibida del mundo, no sólo le había traicionado haciendo que le gustasen los hombres, no, tenía que haberse entregado a su propia sangre y carne, misma que en estos momentos estaría unida a otro, no a otra sino a otro y eso era lo que más dolía porque sus padres aprobaban su sexualidad pero jamás que estuviesen juntos.
- ¡Te maldigo Aioros!… ¡Te maldigo!- Gritó a los cuatro vientos deseando desgarrar su garganta.
-Maldigo la hora en que esto…- Tomó su corazón. –Te lo entregue a ti.- Susurró dejando escapar sus lágrimas, llevaba horas intentando contenerlas pero finalmente allí frente al mar las dejaba libres recordando todo.
Había descubierto que le atraían los hombres a los doce años, sin embargo; al llegar a los quince, comenzó a delirar por su hermano, buscaba cualquier motivo para estar cerca de él, incluso bañarse juntos satisfaciendo su morbosidad de ser el único que podía verle así hasta ese día.
Flash back::::::::::::::::::
Llegaba temprano de la escuela, feliz porque sus padres no estarían y aprovecharía ese tiempo para pasarlo con su hermano mayor, subió las escaleras con la agilidad y sutileza de un gato, hasta llegar a la puerta de la habitación, abrió la puerta con mucho cuidado de n hacer ruido alguno encontrándose con una escena por demás bizarra para su persona.
Aioros se encontraba sobre el cuerpo de una muchacho moreno de negruzcos cabellos su nombre era Shura si mal no recordaba y le besaba con ferocidad y deseo mientras acariciaba todo su cuerpo, la imagen lo llenó de ira pero todo eso cambió cuando vio como aquél muchacho apretaba el miembro de su hermano por sobre la tela arrancándole un placentero gemido, eso fue más de lo que pudo soportar y de un sonoro portazo cerró la puerta para bajar corriendo.
-Aioria, Aioria, ¡espera! – Escuchaba a sus espaldas, pero le ignoraba hasta que sintió como lo jalaba por el brazo, su hermano siempre había sido más veloz que él para correr.
-¡Vete con tu puta Aioros y a mi… deja de joderme!- Gritó zafándose de su agarre para salir de la casa.
Después de eso le ignoró por meses evitándole como la peste, le respondí agresivo y a la defensiva siempre, sobre todo cuando ese idiota iba a la casa, poco tiempo después conoció a Afrodita, un guapo muchacho de largos y rizados cabellos con quien tuvo una relación sexual para desquitar sus frustraciones, no podía negar que lo tomaba imaginando otro cuerpo.
Un día la escena se repitió a la inversa, fue Aioros quien los encontró pero en vez de dar el portazo y dejarles como él lo hizo se metió y sacó a rastras a Afrodita de la casa, fue entonces que su ira contra él estalló.
-¡Pero qué demonios te pasa Aioros!- Reclamó furioso por quedarse con las ganas. -¡Yo no te jodo cuando tu puta viene, así que no te metas en mi vida!- Gritó dando por terminado el asunto, cuando sintió como lo arrojaban contra el sofá de la estancia.
Iba a levantarse furioso para golpearle cuando sintió su peso sobre sus piernas dejándole nervioso. - ¡¿Pero qué?! – .
-Escúchame bien Aioria- Interrumpió. – ¡No volverás a estar con nadie que no sea yo! – Ordenó apresando los labios de su hermano pequeño en un beso fogoso.
Mordía y chupaba los labios ajenos sin cuidado alguno, metió su lengua en la boca contraria sin pedir permiso, ¡dios!, cuanto había sufrido todos estos meses sin su pequeño, desde el día que vio la mirada herida que quería ocultar por verle con Shura, no volvió a tocar a nadie, intentaba acercarse por todos los medios pero era repelido sin piedad alguna, después comenzó a meterse con ese chiquillo y ardía en celos pero se obligó a soportar pensando que era lo mejor para los dos, sin embargo; verle había sido la gota que derramó el vaso.
Llevó sus manos a la nuca de su hermano asegurándose que no escape, había deseado tanto esto y ahora que lo tenía no le dejaría escapar, Aioros era suyo, ¡Suyo y de nadie más!, no le importaba nada mientras devolvía con tanta fiereza como recibía, había soñado tanto con ello que no importaba nada más, se separó tan solo un instante para respirar y volverle a besar mientras metía sus manos bajo la playera del mayor acariciando donde podía, se quejó al sentirlo levantarse de su cuerpo.
-¡Vamos!- Escuchó que le llamaba con una sonrisa. –Borraré de tu cuerpo toda huella de ese chiquillo- Una sonrisa se plasmó en su rostro mientras tomaba la mano que le era ofrecida y le seguía a la recámara.
Esa noche Aioros le hizo el amor por primera vez, tatuó con fuego cada caricia para que nadie más pudiera tocarle, entre besos sobre su hombría le llevó al éxtasis mientras le preparaba para recibirle y el, se dejó hacer, se entregó como alguien que ama, entregando todo de sí y disfrutando pese al dolor de la primera vez, tocó el cielo con sus embates certeros y profundos, con sus caricias y palabras de amor, para después, ser él quien le tomara también por vez primera.
Fin del Flash back::::::::::::::::::::
Y ahora, se casaba con Saga Leda para unir sus fortunas por deseos de su padre, se dejó caer sobre la arena del mar sintiendo como le ardía para respirar por la sal del ambiente, pronto comenzó a sentir sus párpados pesados, el cansancio físico y emocional le pasaba factura, dejándole inconsciente sobre la arena.
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Despertó sintiendo un cálida mano refrescar su frente, el contacto se sentía tan bien que la tomó para que no se alejara, era mano era cálida y tan conocida para él. –Aioros, Aioros, ¡No te vayas!- suplicó importándole poco su orgullo cuando recordó. Aioros se había ido, ya no le pertenecía, soltó la mano para alejarla de forma brusca y llevó las suyas al rostro, quedando dormido nuevamente.
En sus sueños se repetía una y otra vez la escena donde le abandonaba causándole pesadillas, pero una voz suave, delicada, sumado a una mano que acariciaba su cuerpo le tranquilizaba dándole un descanso placentero.
-No te preocupes, estarás bien; voy a cuidarte.- fue lo último que escuchó.
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Abrió sus ojos pesadamente al sentir la luz sobre su rostro, quiso moverse pero todo su cuerpo dolía, el sonido de la puerta al ser abierta le distrajo observando entrar un rubio muchacho de largos cabellos con una bandeja sobre sus brazos, era delgado, mucho más que él y tenía unos ojos azules increíbles, le vio sonreírle con cierto alivio.
-Qué bueno que despertaste, debes tener hambre.- Hablo dulcemente haciéndole notar que esa voz era la de su sueño.
-¿Qué me pasó?- cuestionó, pero el sonido del rugir de sus tripas le apenó un poco.
-Te encontré en la playa inconsciente, apenas y pudiste decirme que vivías aquí, te traje porque no había mucho que yo pudiese ofrecerte, no tenía un lugar para pasar la noche.- Explicó apenado y con algo de tristeza mientras le alimentaba.
-Has estado con fiebre por tres días, no hay doctores cerca así que he hecho todo lo que he podido.- Suspiró suavemente. –Me iré en cuanto puedas valerte por ti mismo.-
-No tienes que irte- Se sorprendió hablando. –Te agradezco lo que has hecho por mí, pero veo que tú tampoco la has pasado bien, tu presencia me da paz...- Explicó ante la mirada sorprendida del muchacho frente a él y dejando un espacio para su nombre.
-Shaka, soy Shaka.- Musitó. –Y te lo agradezco, pero… debo buscar un lugar donde pueda trabajar e iniciar de nuevo.-
-Un gusto Shaka, soy Aioria, quédate un tiempo, en lo que piensas que deseas hacer, además, te lo debo y... puedes cocinar para mi.- Ofreció amigablemente.
-Agrega los quehaceres de la casa y tenemos un trato.- Respondió sonriente.
-Lo tenemos- Hablo dando un bostezo.
-Vuelve a dormir, debes recuperarte.- Ordenó recogiendo todo para salir.
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Tres meses habían pasado desde su primer encuentro, ambos tuvieron la confianza de contar su historia, sorprendiéndose al darse cuenta que ambos eran la ex pareja de la persona que les había robado al amor de su vida, logrando que pensaran en lo pequeño que es el mundo y de cómo vinieron a conocerse, de lo diferentes que eran, pues mientras uno casi se dejaba morir, el otro a pesar del dolor buscaba un nuevo horizonte, decir que se apoyaron mucho fue poco.
Entre ellos nació una sólida amistad, donde comenzaron a hacer planes en conjunto, la propiedad en la que estaban era del castaño, la había comprado a escondidas de su familia y en un lugar alejado de todo, no les llegaba nada de información sobre el mundo de afuera, salían una vez por semana juntos a comprar víveres al pueblo más cercano, pero se sentían tan bien en ese lugar donde estaban comenzando a sanar que optaron por pagar para que les llevasen las cosas ahí.
Se encontraban en un sofá tomando café un sábado por la mañana, el castaño odiaba levantarse temprano pero el rubio siempre le obligaba a hacerlo, era tan común la rutina que ya ni se quejaba y menos con ese delicioso soborno cuando de repente tocaron a la puerta.
-Debe ser el de los víveres, yo voy se adelantó el rubio.-
Pasaron más de diez minutos y Shaka no regresaba, cosa que le extrañó, cuando sintió que le observaban a su espalda, se giró lentamente quedándose paralizado ante lo que vio, en la entrada a la estancia se encontraba su hermano, tenía un aspecto desalineado pese a que estaba pulcramente vestido, se le notaba ojeroso y con los ojos enrojecidos por el llanto contenido, cosa que le preocupó sin poder evitarlo.
-¡¿Qué haces aquí?!- Cuestionó autoritario. -Nuestros padres, ¿están bien?- Comenzaba a desesperarse cuando sintió como era rodeado por unos brazos tan conocidos para él y unos labios que tan bien conocía apresaban los suyos.
Furioso le empujó lejos de su cuerpo mientras le reclamaba. -¡Jamás vuelvas a tocarme! ¡Ve y besa al imbécil de tu marido!- Reclamó indicándole la salida.
-No me case Aioria, no pude.- Escuchó que le decían paralizándole por un momento.
-¡Ve cuéntale a quien le importe Aioros!... ¡Eso no arregla nada!- Respondió herido.
-Aioria ¡no me casé por ti!- Escuchó a sus espaldas, no se había dado cuenta de a qué hora se había acercado. –Hablé con saga ese día, confesamos amar a otras personas y decidimos estar con ellas, nuestros padres me han desheredado y echado a la calle, te busqué y no te encontraba, ¡Han sido los peores meses de mi vida!-
-Saga me ha ayudado a encontrarte y me ha contratado en su empresa, a él si le apoyaron al final- Sintió como su mejilla era acariciada por la persona que amaba más que a su vida misma. –Aioria… perdóname por no tomar la decisión a tiempo, nos habría evitado tanto.-
Sentía su cálido aliento sobre el rostro, estaba enojado y mucho, no quería perdonarle fácilmente pero sentirle así, escucharle tan desesperado y el saber que no se casó y enfrentó a sus padres por él se lo ponía difícil, su corazón latía acelerado sólo de tenerle a esa distancia, sus manos se movieron por sí solas y le acercaron a su cuerpo, sus labios le besaron con fuerza, con deseo, con amor.
-Tendrás que compensarme cada maldito día que he sufrido Aioros y si me sales con alguna cosa te mandaré muy lejos y jamás volverás a saber de mi.- Advirtió sabiendo que no toleraría una segunda indecisión por su parte.
-Dalo por hecho.- Escuchó su respuesta antes de sellar su reencuentro con un beso pero una idea le regresó a la mente.
-¿Y Shaka?- Cuestionó preocupado asomándose por la ventana.
Lo que vio le dejó tranquilo, el rubio besaba con devoción al hombre que amaba y era correspondido aunque no se lo había puesto fácil a juzgar por el estado de la ropa del otro hombre que se encontraba llena de arena, una risa se le escapó ante ello pues había aprendido que cuando ricitos de oro se enojaba había guerra, como el día en que le puso ese sobrenombre.
Se apoyó en el cuerpo de su hermano y le besó con pasión. –Deberás comenzar ahora a compensarme Aioros, y… no te veo intentando nada.- Susurró sensual en el oído del mayor.
-Va… vamos a tu recámara.- Escuchó su apenada respuesta deleitándose con el rubor en sus mejillas.
Su hermano siempre había sido más dulce y tímido que él pese a ser el mayor y eso, le fascinaba porque podía usarlo a su favor, le tomó de la mano llevándole apresurado hacia la segunda planta, mañana sería otro día y harían planes, ahora solo importaba que estaban juntos y que se amaban.
Arrojó con la ferocidad de un león a su mayor sobre la mullida cama mientras se colocaba sobre él listo para devorar a su presa pero la dulce expresión del otro le detuvo por unos instantes. –Te amo Aioria, más aún porque te pertenezco tanto que hasta tu sangre ha marcado mis venas.- Le escuchó decir con sus mejillas arreboladas.
-Yo también te amo Aioros, y me siento orgulloso ser tan tuyo como tú lo eres mío, tú lo has dicho, hasta nuestra sangre nos ha marcado como propiedad del otro- Musitó besándole con dulzura con devoción, pensaba hacerle el amor de forma salvaje pero ese comentario era lo más dulce que había escuchado y quería demostrarlo.
Una mano sobre su mejilla le detuvo. -No te contengas, hazlo como siempre, me encanta-
Al diablo con sus buenas intenciones lo tomaría como siempre marcando hasta el último lugar de su cuerpo, ya después habría tiempo para la dulzura.