1. Drama
Milo de Escorpio, caballero dorado guardián del octavo templo del zodiaco, se encontraba atravesando por una terrible crisis emocional y sexual. Desde hacía ya dos años, había dejado su vida de “bicho aventurero”, o eso decía, se había enamorado de aquel hombre de piel blanca como la nieve, de lacios cabellos como el agua marina de mirada y actitud fría y calculadora, sí, del caballero dorado de Acuario.
Le había costado mucho trabajo que lo aceptara, que aceptara entablar una relación con él, Camus, había puesto varias reglas, pero la más importante era le de exclusividad, en todo el sentido de la palabra. Camus, debía ser el único en su vida y en su cama. Pero Milo ya había roto esa regla en más de una vez y para su desgracia, Camus, no toleraría ni una más, otra cosa era que el acuariano iba y venía de Liberia al Santuario y tras su última vuelta seis meses atrás, habían peleado y Camus se había negado a acostarse con él.
Y ahí radica el problema, se había a acostumbra a tener relaciones a diario (no es literal) y gracias a su último chistecito el francés lo había privado de sus necesidades básicas.
Milo se encontraba sentado en el suelo sentado en el suelo, en un rincón de la estancia principal amarrado con una camisa de fuerza y golpeando su cabeza contra la pared.
— No se que voy a hacer…— comenzó a decirse a sí mismo y en voz alta — No lo aguanto. Me estoy volviendo loco… necesito tener sexo… sólo una vez…¡Ah!
En ese instante como a todo un loco aparece una versión chibi pervertido de él, vestido de diablito y del otro lado uno vestido de angelito.
— Y que esperas para salir de esa cosa e ir a los bares — dijo el diablito.
— No puedo…— seguía golpeado su cabeza contra la pared — Camus me mata… Camus me deja.
— Así es Milo… Si te atreves a salir de aquí Camus se molestara con nosotros — dijo el angelito.
— Al diablo Camus, sal de aquí, vamos a divertirnos — dijo moviendo el bote.
— No Milo. Tienes que resistir y quedarte aquí, aunque duela… Recuerda, Camus es muy importante.
— Vamos, Camus no se va a dar cuenta, sólo tenemos que salir a la velocidad de la luz divertirse y regresar igual. Nadie lo sabrá.
—Pero quedará en tu conciencia siempre Milo. Recuerda que no somos buenos ocultando secretos.
— ¡YA BASTA! — grito Milo golpeándose la cabeza.
— Milo escúchame a mí. Esas mujeres también te pueden dar mucho amor, del que nos gusta — agregó el diablito insinuante.
— Pero no es amor sincero Milo, es un amor comprado. Camus te ama de verdad. No puedes hacerle eso — alego el Angelito.
— ¡CÁLLENSE!
— Que importa si es comprado o no, lo importante es sentirse bien.
— No lo hagas Milo, resiste.
— Vamos Milo, ven conmigo — insinuó el diablito.
— ¡Que no!
— ¡Que sí!
— ¡Que no!
— ¡Que sí!
— ¡NOOOOO!
— ¡SÍÍÍÍÍÍ!
— ¡CÁLLENSE DE UNA MALDITA VEZ! — gritó golpeando su cabeza hasta sangrar y acto seguido los chibis disfrazados desaparecieron.
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Había pasado una semana desde el ataque de “esquizofrenia” de Milo.
En ese pequeño lapso de tiempo, descubrió que sí solo dormía y comía, podía controlar sus deseos, pero estar encerrado también lo enloquecía por lo que decidió salir del Santuario.
Busco entre su armario una maleta muy bien cuidada donde guardaba algunas prendas de toda clase, no era mucho, pues ese tipo de ropa nunca podía utilizarse en el Santuario.
Saco una playera blanca de cuello “V” que se ajustaba a su cuerpo, un pantalón de mezclilla negro y unos zapatos a juego. Escapo del Santuario, como en muchas otras ocasiones rumbo a Atenas.
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Camus, caballero dorado de Acuario, estaba a unos metros de entrar en terreno del Santuario.
Tenía ganas de ver al escorpión pero, al mismo tiempo, tenía miedo.
Miedo de enterarse que había echo en su ausencia, miedo d saberse engañado otra vez, miedo de cumplir su palabra y tener que dejarlo, por que, a diferencia de Milo (o esto le daba a entender eso) él si lo amaba y por eso no podía aceptar el echo de a haber sido engañado otra vez.
¿Otra vez? Camus reflexiono, haber perdonado la primera significo para Milo un juego, estaba molestó, había sido su error y eso lo hacía sentir mal consigo mismo, pues sentía que había sido su error permitirle tratarlo de esa manera. Lo amaba. Pero esa no era una excusa, ni para él ni para Milo.
Comenzó a andar quería terminar con ese sentir, aunque no estaba seguro de que lo haría.
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Milo estaba sentado frente a la ventana de una cafetería, veía a la gente pasar, gente que tenía una rutina, una vida normal, estaba seguro de que odiaría su vida de ser de esa manera.
Observo que pasaban muchas mujeres bonitas y para entretenerse hizo una especie de estadística en una servilleta, sobre lo que llamo su atención de cada una; de dos la cara, de cuatro el pelo, de seis el busto, de ocho las piernas y de quince el trasero. Amplia victoria para los traseros. Aún así, todas tenía algo en común y era el hecho de que le recordaban a Camus. Era un simple rasgo o un gesto, pero eso era suficiente para él, pensar que le recordaban a Camus le había echo sentir culpable, suspiro y se levantó pago el café que apenas si probo, guardo la servilleta en su pantalón y salí del café.
Había mucho viento afuera que despeinaba su cabello y lo llenaba de tierra. Ese viento levantó la falda de una mujer y a un sacerdote le levantó la sotana. Que panoramas tan diferentes.
Opto por tomar el autobús hasta la villa, se sentó junto a la ventana, al poco rato a su lado se sentó una mujer con minifalda y tacones de aguja, él miraba por la ventana, cuando ella le habló.
— Milo, cuanto tiempo sin verte. Hace mucho que no vas a buscar algo de acción — Milo volteo al reconocerla.
— Desire. Salgo con alguien — respondió tajante.
No lo gustaba recordar cuantas veces había estado con ella.
— ¿Y desde cuando eso te importa? — pregunto alzando su depilada ceja.
— Siempre me ha importado — respondió molestó. Odiaba que lo cuestionaran.
— Como digas.
Desire saco de su bolsa una cosmetiquera y comenzó a arreglarse.
Estaba por aplicarse el labial rojo intenso cuando el autobús se sacudió y él labial se callo manchando la playera de Milo, ella se disculpo y Milo no le dio importancia, al poco rato ella le habló.
— ¿Me harías un favor?
— Eso depende ¿Qué es lo que quieres?
— Verás, Hace mucho que no llevo un cliente…
— Ya te dije que salgo con alguien. No puedo ayudarte.
Desire intentó convencerlo pero no lo logró. Aun que a Milo no le desagradaba del todo la idea, aún así se resistió por que deseaba mantener a Camus a su lado.
Ella dándose por vencida, sacó un perfume de su bolsa y se baño de el y también a Milo.
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Ambos bajaron en la villa y caminaron un poco, Milo intentaba no andar muy cerca de ella, alguna amazona o un soldado podría verlo el chisme se correría y lo más seguro llegaría a oídos de Camus y ahora sí todo estaría perdido.
— Nos vemos después — dijo y en un último intento por seducirlo se acercó a besar su cuello.
Milo la alejo de sí.
— No creo que volvamos a vernos — dijo marchándose de inmediato.
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Cuando el aludido entró al octavo templo luego de reportarse con el Patriarca, se había dad cuenta de qué Milo era un desastre y un pajarillo le había contado sobre la crisis de Milo y lo había echo sentir un poquito culpable y ese sentir había disipado, parcialmente, su molestia. A pesar del hecho de que Milo no estaba por ningún lado y nadie lo había visto.
Milo regreso a su templo donde Camus lo esperaba. Este, había preparado algo de comer al suponer que su bichito no se estaba atendiendo correctamente.
Apenas puso un pie en su templo supo que Camus había vuelto, pues había un aroma a estofado de verduras inundando todo la casa, se dirigió a la cocina y encontró a Camus colocando unos platos sobre la mesa.
Camus le sonrió al verlo entrar y se acerco para recibirlo con un beso y un abrazo.
— Tenía ganas de verte Camie — le dijo Camus se limitó a abrasarlo de nuevo.
Comieron tranquilamente mientras Camus le contaba el progreso de los chicos.
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Se encontraban en la habitación de Milo, este besaba el cuello de Camus mientras sus manos comenzaban a desvestirlo, el aludido escondió su rostro en el cuello de Milo cuando notó un aroma peculiar abrió los ojos y lo alejo de sí.
— Hueles a perfume de mujer — le dijo con seriedad.
— No es nada — respondió mientras volvía a besarlo.
El aroma se hizo más fuerte y no le agradaba, en realidad lo que le disgustaba era el hecho de que Milo no le explicara y sólo pensara en llevárselo a la cama. Sí no era nada ¿entonces por qué no le decía que paso?
Milo lo abrazó mordisqueado su oreja y Camus notó que la playera tenía labial.
— ¿Donde estuviste? — preguntó haciéndose a un lado y frunciendo el seño.
— En Atenas.
— ¿Con quién? — Milo iba a reclamar el interrogatorio pero Camus se adelanto — Te pregunte con quién estabas — dijo con la molestia a flor de pie.
Milo calló lo suficiente para molestar a Camus que se dirigió ala puerta.
— Con nadie — respondió al verlo alegarse.
— No te creo. Apestas a perfume barato y traes labial en el cuello — le dijo levantando la voz. Milo calló — Me marchó a Siberia esta noche.
— Espera, yo puedo explicarlo.
— Perdiste tu oportunidad ya no me interesa saber con quién te revolcaste — anunció con desdén.
El silencio por parte de Milo confundía eso estaba claro.
— Me voy. Puedes considerar lo nuestro terminado — le dijo dándole la espalda y saliendo del lugar.
Milo se quedo en silencio sin poder reaccionar, su cerebro no terminaba de procesar la información. Había perdido al amor de su vida en un parpadeo y no alcanzaba a comprender que había echo mal esta vez.
No se dio cuenta cuanto llevaba lamentándose pero ya era de noche y escucho que alguien caminaba por su templo y salio a su encuentro al saber de quién se trataba.
Camus caminaba por el templo de Escorpio de manera elegante y segura, como ya era costumbre.
— Necesitamos Hablar — dijo Milo bloqueando su paso.
— No tengo nada de que hablar contigo.
— Tienes que escucharme…
— No. Me cansé de escucharte, de ser tu juguete. Yo no soy una de las putas con las que te has acostado y por tanto no merezco ser tratado como tal — silencio nuevamente.
Milo pensaba.
Ahora entendía por que Camus tenía esa actitud, se di cuenta de que no lo estaba respetando como merecía, aunque él creía que sí comprendió que Camus no lo sentía de esa manera. Se reprendió mentalmente. Muy tarde.
— Adiós Milo — pronunció esquivando a Milo.
Se sentía dolido y por el momento no toleraba tener a Milo cerca, tenía ganas de llorar pero no lo haría, aun no. No podría estar mucho tiempo enojado con él pero resistiría lo más posible sólo para probar a Milo.