Han pasado tres años desde la batalla en contra de Hades. La vida de los jóvenes caballeros de Atena, tomó un rumbo normal. La diosa seguía gobernando la Tierra, mientras Poseidón gobernaba los mares y Hades regía el Inframundo. El equilibrio existía en el mundo y ningún otro dios había aparecido para perturbar la paz.
Saori, Seiya, Shiryu, Hyoga, Ikki y Shun seguían viviendo la mansión Kido. La primera manejando la fundación ayudada por Ikki y Shiryu. Hyoga tomaba algunas clases y los dos más jóvenes concurrían diariamente a la escuela secundaria.
El correr de los años había hecho madurar a los jóvenes santos junto con el rigor de las batallas sufridas y con esa madurez habían llegado nuevos sentimientos.
Shun estaba muy feliz, sus bellos ojos esmeraldas reflejaban esa felicidad que tenía porque Hyoga, su amadísimo cisne había aceptado su media torpe declaración de amor. Es que Shun lo quería muchísimo, tanto como para animarse a dar el primer paso y confesarle sus sentimientos a un cisne que en un primer momento lo había mirado sorprendido y después lo había besado. Robándole su primer beso, que de sólo recordarlo lo ponía todo rojo.
Y aunque sabía que su niisan se enfurecería, consideraba que lo mejor era decirle la verdad desde un principio de que salía al fin con Hyoga, por lo que decidido salió de su habitación rumbo a la de su hermano y sin siquiera golpear la abrió y entró.
Entró para que sus ojos esmeraldas ya no reflejaran felicidad, sino una profunda y asombrada tristeza velada de sorpresa. Ojos que se cubrieron de amargas lágrimas que impidieron que pudiera seguir viendo esa escena aunque aún estaba parado frente a ellos dos. Frente al Cisne y al Fénix que apenas acababan de percatarse de la presencia del pequeño buscando vestirse con cierta prisa.
-Son una basura – murmuró en voz baja el pequeño, con voz rota.
-Espera… Shun – Hyoga intentó tocarlo pero Shun se hizo para atrás.
-¡No! Eres una porquería… los dos… son unos cerdos… ¿cómo pueden? ¡Cómo pudieron! Tú… sabías… lo que… yo… sentía – reprochó a Hyoga- tú… tú… me mentiste…ustedes… ¡los odio!
Shun dio media vuelta y salió corriendo de allí y de la Mansión con los ojos anegados de lágrimas, cruzándose en el camino con Saori y Seiya, que de inmediato se preocuparon al verlo pasar frente a ellos con ese rostro.
-¡Shun! – Seiya salió tras él pero no logró alcanzarlo porque Shun aumentó la velocidad e hizo desaparecer su cosmos.
Ikki y Hyoga llegaron detrás de él para ver que Shun desaparecía a lo lejos. Seiya se volteó a mirarlos.
-¿Qué le pasó a Shun? – preguntó, mirando de frente a las dos figuras mal vestidas y jadeantes que estaban mudas. Él conocía los sentimientos de Shun por Hyoga y fue él el que más le insistió para que se confesara frente al rubio.
-Tú… - Ikki se giró para ver a Hyoga sin responderle a Seiya - ¿Qué pasaba entre Shun y tú?
-Él me dijo que me amaba… yo… lo sabes… Ikki… siempre lo quise… iba a terminar contigo…
Seiya miraba de uno a otro, sacando como conclusión que Hyoga había aceptado a Shun pero que al mismo tiempo estaba con Ikki.
-¿Qué me vas a decir? ¡Que te dejaste llevar! Maldita sea… ¡debías decirme lo de Shun no acostarte conmigo! – le gritó Ikki furioso yéndose encima - ¡Shun me odia por tú culpa! ¡Cree que yo sabía todo! ¡Maldito!
Seiya los separó con cierta dificultad, más porque Ikki estaba furioso y profundamente herido.
-Gracias – susurró Hyoga cuando Seiya logró sacárselo de encima.
-No me lo agradezcas. ¡Eres una porquería! Quiero creer que Ikki no sabía nada de lo que Shun sentía por ti… porque si no yo mismo le pego una paliza por acostarse contigo.
Shiryu que llegaba en ese momento a la Mansión Kido, vio a una Saori muy pálida, a un Ikki furioso al igual que a Seiya y a un helado cisne bastante golpeado. Dirigiéndose a Seiya le preguntó que había pasado y el Pegaso le contestó en breves palabras. Shiryu no podía creer el descaro de Hyoga y aunque también sintió ganas de golpearlo, más le preocupó la reacción desesperada de Shun.
-Tenemos que buscar a Shun – murmuró luego de un rato.
-Vamos – indicó Ikki, controlando un poco su rabia.
Los cuatro jóvenes junto a Saori iban a partir, sin embargo Ikki detuvo con brusquedad a Hyoga.
-¡No te atrevas a ir por él! Te quiero lejos de Shun.
-Quédate en la Mansión por si Shun regresa, por favor – suplicó Saori, intentando calmar los ánimos.
Hyoga asintió una sola vez y se metió dentro de la Mansión. Internamente pensaba que se merecía el desprecio de sus amigos y la paliza que le había dado Ikki. Ninguno de sus compañeros comprendería sus sentimientos. Por un lado amaba a Shun, quizás desde que lo había salvado en la casa de Libra, lo amaba porque era un verdadero ángel, incapaz de hacer daño a nadie. Cuando lo había escuchado confesar sus sentimientos había decidido jugarse el todo por el todo con el joven y terminar su relación con Ikki.
Ikki, el hermano de Shun y totalmente diferente a éste. Temperamental, fogoso, apasionado y brusco. Se había enredado con él por causas que desconocía, quizás como un recurso para combatir la soledad. Cuando Shun se sinceró había decidido terminar con el Fénix pero antes de eso, Ikki lo había buscado una vez más y no pudo negarse. Por su mente jamás pensó que Shun pudiera encontrarlos. Pensaba pedirle silencio a Ikki acerca de lo que había pasado entre ellos, para que Shun no se enterara y sufriera. Sabía que Ikki no lo amaba, que también era un pasatiempo y que nunca haría sufrir voluntariamente a su hermano.
Hyoga vio regresar a sus amigos alrededor de las tres de la mañana. Con ellos no venía Shun y por las breves palabras que obtuvo por parte de Seiya se enteró de que no habían podido encontrarlo por ninguna parte de Tokio.
El joven había hecho desaparecer su cosmos o por lo menos lo había minimizado tanto que no podían identificarlo. Hyoga notó la preocupación de todos por el pequeño peliverde, y todo era su culpa. ¡Era todo su culpa! Nadie más le habló por lo que optó por subir a su habitación para dormir o al menos intentarlo.
* * *
Shun corrió durante mucho rato, sin importarle los riesgos que podía sufrir si era atropellado o si chocaba. Corría prácticamente a ciegas porque las lágrimas corrían sin detenerse provenientes de sus tristes ojos. Cuando finalmente se detuvo, en un lugar que le era desconocido lo hizo porque el cansancio lo había invadido. Se sentó en un banco y con una mano intentó secar sus lágrimas y dejar de pensar.
Los pensamientos que llegaban a su mente eran negativos y pesimistas. Se preguntaba porque Hyoga e Ikki habían sido capaces de dañarlo de esa manera. Llegó a la conclusión de que Hyoga lo había aceptado por lástima, por no romper su corazón haciéndolo sufrir. También pensó que eso era lógico, él no podía compararse con su hermano. Ikki era todo un hombre, fuerte y firme, decidido y valiente. Ikki tenía experiencia de vida y había atravesado por muchas cosas que lo habían ayudado a consolidar ese carácter fogoso que tenía.
Pensó en lo que él le podía ofrecer a Hyoga, un amor tonto e infantil, un joven con poca experiencia por no decir ninguna y que encima había albergado a un dios de muerte en su interior. Un chiquillo sencillo, bueno, protegido por un poderoso hermano mayor y que recién podía decir que quería independizarse.
-No soy nada – sollozó al viento, con el dolor de la traición anidando en su corazón.
Los odió a ambos, él que no conocía ese sentimiento, ni siquiera con el Dios de la muerte, odiaba a esos dos por hacerlo sufrir. Quiso creer que Ikki no tenía culpa pero también recordó todas las advertencias que le había dado sobre el ruso como solía decirle y eso lo llevó a preguntarse si no lo habría querido alejar porque también amaba al caballero del cisne.
Sus lágrimas y su tristeza volaron a través del viento y en un lugar muy lejano, en las profundidades de un castillo alemán un hombre las recibió.
-¿Por qué estás triste? – se preguntó esa figura, sentada en un inmenso trono.
Hades abandonó su trono, pensando en el pequeño peliverde del que podía sentir todos sus sentimientos después de haber utilizado su cuerpo como vasija durante muchos años. Shun era una persona sumamente alegre y feliz, rodeada de afectos y cariño. ¿Qué le habría sucedido para que estuviera tan triste?
Después de lo que había hecho, Hades había querido pedirle disculpas a ese jovencito por haberlo usado de una forma tan cruel. Sin embargo, no lo había hecho. Temía que los caballeros y que la misma Atena se enfurecieran al verlo y el equilibrio encontrado era fundamental para mantener la paz.
Decidido, se transportó al lugar donde estaba Shun para observarlo desde el primer instante llorar con desesperación. Cada lágrima parecía un trozo de cristal, brillante y triste. Esos bellos ojos esmeraldas parecían estar perdiendo con cada lágrima, trozos de su brillo, fragmentos de esa esperanza que le había permitido escaparse de su dominio.
-¿Por qué lloras? – preguntó al peliverde, acercándose con rapidez y sentándose a su lado.
Shun se sorprendió ante esas palabras y secó sus lágrimas con prisas para poder mirar a su interlocutor.
-¡Hades! – la voz era quebrada y al mismo tiempo sorprendida.
-¿Por qué estás llorando, Shun? – insistió Hades, ignorando la sorpresa del peliverde.
-Por nada…
-Pues para estar llorando por nada lloras mucho.
-Yo… no… no pasa nada…
-Sé que te sorprende verme, pero yo siento tus sentimientos como míos, eso es porque me albergaste durante un tiempo. Siempre te he sentido feliz… jamás tan triste como ahora.
-Yo… no… no… quiero hablar… por favor…
Shun volvió a llorar con fuerza y Hades sin poderlo evitar lo abrazó. El pequeño cuerpo se tensó pero después se relajó y continuó llorando durante mucho rato.
-Lo… lo lamento – dijo el jovencito cuando finalmente se separó.
-Descuida, Shun. Ahora… ¿me dirás que pasa? ¿Tendré que leerlo en tu mente?
-No… tengo… ganas de… contarlo…
-¿Puedo leerlo en tu mente?
Shun se limitó a asentir, quizás porque necesitaba a alguien que lo consolara y que le brindara apoyo. Alguien que no fuera Saori o alguno de sus amigos.
Hades entró a la mente del pequeño, viendo los recuerdos de las últimas horas. Vio el momento en que Hyoga besaba a Shun y el momento en que el pequeño feliz corría a la habitación de su hermano a contarle. Después vio lo que los ojos de Shun habían visto para que su corazón se rompiera, a Hyoga en el cuarto del Fénix, los dos ajenos a la presencia del pequeño durante unos cuantos momentos.
Salió de allí y comprendió el dolor de esos bellos ojos y de esa alma tan pura.
-Lo siento mucho, Shun.
-¡Yo no lo merecía! ¡No merecía que jugaran así conmigo! – exclamó Shun con creciente furia.
-Lo sé. No merecías lo que te hicieron, pero no debes llorar por eso.
-¿Qué?
-No debes darles el gusto de que te vean llorar. Tú no tienes nada que recriminarte ni porqué sentirte culpable.
-No soy nada… soy un inútil… si fuera como Ikki…
-¡Tú eres tú y así eres perfecto! Escúchame, una persona que no te ama por lo que eres no merece tu amor. Sé que es difícil de entender ahora, pero pronto te darás cuenta. Lo que no puedes permitirte es que esos ojos tan hermosos se conviertan en ojos de tristeza e infelicidad.
-¿Por qué me dices todo eso? Llevamos años sin vernos…
-Te debo una disculpa por lo que te hice hace unos años. Jamás podré perdonármelo del todo, el haber jugado contigo, el usarte, y también me faltó valor para presentarme antes y pedirte que me perdonaras. Sin embargo, nunca te vi tan triste como hoy, ni siquiera en aquel momento en que me apoderé de ti.
-Te perdono – susurró Shun intentando esbozar una sonrisa.
-Gracias.
Shun sintió al igual que Hades los cosmos de sus amigos y el de su hermano buscándolo en los alrededores.
-Te buscan
-Lo sé, pero no quiero que me encuentren.
Shun se puso en pie, dispuesto a partir a otro lugar. Hades también se puso en pie, mirando con atención a los alrededores.
-Estás rodeado, te encontrarán pronto.
-¡Ayúdame! – Shun hizo un movimiento que ni él mismo hubiera esperado – tú puedes sacarme de aquí.
-¿A dónde quieres que te lleve?
-A algún lugar donde no puedan encontrarme. Ninguno de ellos… ni Seiya ni Shiryu y mucho menos mi hermano o Hyoga. ¡Ni siquiera Atena!
-¿Quieres ir al Inframundo? Jamás te encontrarían allí.
Shun asintió cuando los cosmos parecían estar a sólo unos metros. Hades tomó una de las manos de Shun y abrió un portal por el que los dos desaparecieron.
Cuando Shun pudo abrir sus ojos se encontró en el Infierno, tal como lo recordaba. Había sido reconstruido todo lo que se había arrasado en la última guerra y frente a él, se encontraba Giudecca, la residencia más importante de Hades en el Inframundo.
-Bienvenido a Giudecca, Shun. Podrás quedarte aquí todo el tiempo que lo desees y que lo necesites – fueron las palabras de Hades, parado a su lado.
Ojalá les guste!! Saludos!!
Saori, Seiya, Shiryu, Hyoga, Ikki y Shun seguían viviendo la mansión Kido. La primera manejando la fundación ayudada por Ikki y Shiryu. Hyoga tomaba algunas clases y los dos más jóvenes concurrían diariamente a la escuela secundaria.
El correr de los años había hecho madurar a los jóvenes santos junto con el rigor de las batallas sufridas y con esa madurez habían llegado nuevos sentimientos.
Shun estaba muy feliz, sus bellos ojos esmeraldas reflejaban esa felicidad que tenía porque Hyoga, su amadísimo cisne había aceptado su media torpe declaración de amor. Es que Shun lo quería muchísimo, tanto como para animarse a dar el primer paso y confesarle sus sentimientos a un cisne que en un primer momento lo había mirado sorprendido y después lo había besado. Robándole su primer beso, que de sólo recordarlo lo ponía todo rojo.
Y aunque sabía que su niisan se enfurecería, consideraba que lo mejor era decirle la verdad desde un principio de que salía al fin con Hyoga, por lo que decidido salió de su habitación rumbo a la de su hermano y sin siquiera golpear la abrió y entró.
Entró para que sus ojos esmeraldas ya no reflejaran felicidad, sino una profunda y asombrada tristeza velada de sorpresa. Ojos que se cubrieron de amargas lágrimas que impidieron que pudiera seguir viendo esa escena aunque aún estaba parado frente a ellos dos. Frente al Cisne y al Fénix que apenas acababan de percatarse de la presencia del pequeño buscando vestirse con cierta prisa.
-Son una basura – murmuró en voz baja el pequeño, con voz rota.
-Espera… Shun – Hyoga intentó tocarlo pero Shun se hizo para atrás.
-¡No! Eres una porquería… los dos… son unos cerdos… ¿cómo pueden? ¡Cómo pudieron! Tú… sabías… lo que… yo… sentía – reprochó a Hyoga- tú… tú… me mentiste…ustedes… ¡los odio!
Shun dio media vuelta y salió corriendo de allí y de la Mansión con los ojos anegados de lágrimas, cruzándose en el camino con Saori y Seiya, que de inmediato se preocuparon al verlo pasar frente a ellos con ese rostro.
-¡Shun! – Seiya salió tras él pero no logró alcanzarlo porque Shun aumentó la velocidad e hizo desaparecer su cosmos.
Ikki y Hyoga llegaron detrás de él para ver que Shun desaparecía a lo lejos. Seiya se volteó a mirarlos.
-¿Qué le pasó a Shun? – preguntó, mirando de frente a las dos figuras mal vestidas y jadeantes que estaban mudas. Él conocía los sentimientos de Shun por Hyoga y fue él el que más le insistió para que se confesara frente al rubio.
-Tú… - Ikki se giró para ver a Hyoga sin responderle a Seiya - ¿Qué pasaba entre Shun y tú?
-Él me dijo que me amaba… yo… lo sabes… Ikki… siempre lo quise… iba a terminar contigo…
Seiya miraba de uno a otro, sacando como conclusión que Hyoga había aceptado a Shun pero que al mismo tiempo estaba con Ikki.
-¿Qué me vas a decir? ¡Que te dejaste llevar! Maldita sea… ¡debías decirme lo de Shun no acostarte conmigo! – le gritó Ikki furioso yéndose encima - ¡Shun me odia por tú culpa! ¡Cree que yo sabía todo! ¡Maldito!
Seiya los separó con cierta dificultad, más porque Ikki estaba furioso y profundamente herido.
-Gracias – susurró Hyoga cuando Seiya logró sacárselo de encima.
-No me lo agradezcas. ¡Eres una porquería! Quiero creer que Ikki no sabía nada de lo que Shun sentía por ti… porque si no yo mismo le pego una paliza por acostarse contigo.
Shiryu que llegaba en ese momento a la Mansión Kido, vio a una Saori muy pálida, a un Ikki furioso al igual que a Seiya y a un helado cisne bastante golpeado. Dirigiéndose a Seiya le preguntó que había pasado y el Pegaso le contestó en breves palabras. Shiryu no podía creer el descaro de Hyoga y aunque también sintió ganas de golpearlo, más le preocupó la reacción desesperada de Shun.
-Tenemos que buscar a Shun – murmuró luego de un rato.
-Vamos – indicó Ikki, controlando un poco su rabia.
Los cuatro jóvenes junto a Saori iban a partir, sin embargo Ikki detuvo con brusquedad a Hyoga.
-¡No te atrevas a ir por él! Te quiero lejos de Shun.
-Quédate en la Mansión por si Shun regresa, por favor – suplicó Saori, intentando calmar los ánimos.
Hyoga asintió una sola vez y se metió dentro de la Mansión. Internamente pensaba que se merecía el desprecio de sus amigos y la paliza que le había dado Ikki. Ninguno de sus compañeros comprendería sus sentimientos. Por un lado amaba a Shun, quizás desde que lo había salvado en la casa de Libra, lo amaba porque era un verdadero ángel, incapaz de hacer daño a nadie. Cuando lo había escuchado confesar sus sentimientos había decidido jugarse el todo por el todo con el joven y terminar su relación con Ikki.
Ikki, el hermano de Shun y totalmente diferente a éste. Temperamental, fogoso, apasionado y brusco. Se había enredado con él por causas que desconocía, quizás como un recurso para combatir la soledad. Cuando Shun se sinceró había decidido terminar con el Fénix pero antes de eso, Ikki lo había buscado una vez más y no pudo negarse. Por su mente jamás pensó que Shun pudiera encontrarlos. Pensaba pedirle silencio a Ikki acerca de lo que había pasado entre ellos, para que Shun no se enterara y sufriera. Sabía que Ikki no lo amaba, que también era un pasatiempo y que nunca haría sufrir voluntariamente a su hermano.
Hyoga vio regresar a sus amigos alrededor de las tres de la mañana. Con ellos no venía Shun y por las breves palabras que obtuvo por parte de Seiya se enteró de que no habían podido encontrarlo por ninguna parte de Tokio.
El joven había hecho desaparecer su cosmos o por lo menos lo había minimizado tanto que no podían identificarlo. Hyoga notó la preocupación de todos por el pequeño peliverde, y todo era su culpa. ¡Era todo su culpa! Nadie más le habló por lo que optó por subir a su habitación para dormir o al menos intentarlo.
* * *
Shun corrió durante mucho rato, sin importarle los riesgos que podía sufrir si era atropellado o si chocaba. Corría prácticamente a ciegas porque las lágrimas corrían sin detenerse provenientes de sus tristes ojos. Cuando finalmente se detuvo, en un lugar que le era desconocido lo hizo porque el cansancio lo había invadido. Se sentó en un banco y con una mano intentó secar sus lágrimas y dejar de pensar.
Los pensamientos que llegaban a su mente eran negativos y pesimistas. Se preguntaba porque Hyoga e Ikki habían sido capaces de dañarlo de esa manera. Llegó a la conclusión de que Hyoga lo había aceptado por lástima, por no romper su corazón haciéndolo sufrir. También pensó que eso era lógico, él no podía compararse con su hermano. Ikki era todo un hombre, fuerte y firme, decidido y valiente. Ikki tenía experiencia de vida y había atravesado por muchas cosas que lo habían ayudado a consolidar ese carácter fogoso que tenía.
Pensó en lo que él le podía ofrecer a Hyoga, un amor tonto e infantil, un joven con poca experiencia por no decir ninguna y que encima había albergado a un dios de muerte en su interior. Un chiquillo sencillo, bueno, protegido por un poderoso hermano mayor y que recién podía decir que quería independizarse.
-No soy nada – sollozó al viento, con el dolor de la traición anidando en su corazón.
Los odió a ambos, él que no conocía ese sentimiento, ni siquiera con el Dios de la muerte, odiaba a esos dos por hacerlo sufrir. Quiso creer que Ikki no tenía culpa pero también recordó todas las advertencias que le había dado sobre el ruso como solía decirle y eso lo llevó a preguntarse si no lo habría querido alejar porque también amaba al caballero del cisne.
Sus lágrimas y su tristeza volaron a través del viento y en un lugar muy lejano, en las profundidades de un castillo alemán un hombre las recibió.
-¿Por qué estás triste? – se preguntó esa figura, sentada en un inmenso trono.
Hades abandonó su trono, pensando en el pequeño peliverde del que podía sentir todos sus sentimientos después de haber utilizado su cuerpo como vasija durante muchos años. Shun era una persona sumamente alegre y feliz, rodeada de afectos y cariño. ¿Qué le habría sucedido para que estuviera tan triste?
Después de lo que había hecho, Hades había querido pedirle disculpas a ese jovencito por haberlo usado de una forma tan cruel. Sin embargo, no lo había hecho. Temía que los caballeros y que la misma Atena se enfurecieran al verlo y el equilibrio encontrado era fundamental para mantener la paz.
Decidido, se transportó al lugar donde estaba Shun para observarlo desde el primer instante llorar con desesperación. Cada lágrima parecía un trozo de cristal, brillante y triste. Esos bellos ojos esmeraldas parecían estar perdiendo con cada lágrima, trozos de su brillo, fragmentos de esa esperanza que le había permitido escaparse de su dominio.
-¿Por qué lloras? – preguntó al peliverde, acercándose con rapidez y sentándose a su lado.
Shun se sorprendió ante esas palabras y secó sus lágrimas con prisas para poder mirar a su interlocutor.
-¡Hades! – la voz era quebrada y al mismo tiempo sorprendida.
-¿Por qué estás llorando, Shun? – insistió Hades, ignorando la sorpresa del peliverde.
-Por nada…
-Pues para estar llorando por nada lloras mucho.
-Yo… no… no pasa nada…
-Sé que te sorprende verme, pero yo siento tus sentimientos como míos, eso es porque me albergaste durante un tiempo. Siempre te he sentido feliz… jamás tan triste como ahora.
-Yo… no… no… quiero hablar… por favor…
Shun volvió a llorar con fuerza y Hades sin poderlo evitar lo abrazó. El pequeño cuerpo se tensó pero después se relajó y continuó llorando durante mucho rato.
-Lo… lo lamento – dijo el jovencito cuando finalmente se separó.
-Descuida, Shun. Ahora… ¿me dirás que pasa? ¿Tendré que leerlo en tu mente?
-No… tengo… ganas de… contarlo…
-¿Puedo leerlo en tu mente?
Shun se limitó a asentir, quizás porque necesitaba a alguien que lo consolara y que le brindara apoyo. Alguien que no fuera Saori o alguno de sus amigos.
Hades entró a la mente del pequeño, viendo los recuerdos de las últimas horas. Vio el momento en que Hyoga besaba a Shun y el momento en que el pequeño feliz corría a la habitación de su hermano a contarle. Después vio lo que los ojos de Shun habían visto para que su corazón se rompiera, a Hyoga en el cuarto del Fénix, los dos ajenos a la presencia del pequeño durante unos cuantos momentos.
Salió de allí y comprendió el dolor de esos bellos ojos y de esa alma tan pura.
-Lo siento mucho, Shun.
-¡Yo no lo merecía! ¡No merecía que jugaran así conmigo! – exclamó Shun con creciente furia.
-Lo sé. No merecías lo que te hicieron, pero no debes llorar por eso.
-¿Qué?
-No debes darles el gusto de que te vean llorar. Tú no tienes nada que recriminarte ni porqué sentirte culpable.
-No soy nada… soy un inútil… si fuera como Ikki…
-¡Tú eres tú y así eres perfecto! Escúchame, una persona que no te ama por lo que eres no merece tu amor. Sé que es difícil de entender ahora, pero pronto te darás cuenta. Lo que no puedes permitirte es que esos ojos tan hermosos se conviertan en ojos de tristeza e infelicidad.
-¿Por qué me dices todo eso? Llevamos años sin vernos…
-Te debo una disculpa por lo que te hice hace unos años. Jamás podré perdonármelo del todo, el haber jugado contigo, el usarte, y también me faltó valor para presentarme antes y pedirte que me perdonaras. Sin embargo, nunca te vi tan triste como hoy, ni siquiera en aquel momento en que me apoderé de ti.
-Te perdono – susurró Shun intentando esbozar una sonrisa.
-Gracias.
Shun sintió al igual que Hades los cosmos de sus amigos y el de su hermano buscándolo en los alrededores.
-Te buscan
-Lo sé, pero no quiero que me encuentren.
Shun se puso en pie, dispuesto a partir a otro lugar. Hades también se puso en pie, mirando con atención a los alrededores.
-Estás rodeado, te encontrarán pronto.
-¡Ayúdame! – Shun hizo un movimiento que ni él mismo hubiera esperado – tú puedes sacarme de aquí.
-¿A dónde quieres que te lleve?
-A algún lugar donde no puedan encontrarme. Ninguno de ellos… ni Seiya ni Shiryu y mucho menos mi hermano o Hyoga. ¡Ni siquiera Atena!
-¿Quieres ir al Inframundo? Jamás te encontrarían allí.
Shun asintió cuando los cosmos parecían estar a sólo unos metros. Hades tomó una de las manos de Shun y abrió un portal por el que los dos desaparecieron.
Cuando Shun pudo abrir sus ojos se encontró en el Infierno, tal como lo recordaba. Había sido reconstruido todo lo que se había arrasado en la última guerra y frente a él, se encontraba Giudecca, la residencia más importante de Hades en el Inframundo.
-Bienvenido a Giudecca, Shun. Podrás quedarte aquí todo el tiempo que lo desees y que lo necesites – fueron las palabras de Hades, parado a su lado.
Ojalá les guste!! Saludos!!