Una larga melena castaña, piernas blancas de nieve, labios carnosos y rojos, ojos finos verdosos, un cuerpo esbelto precioso, la descripción perfecta del chico perfecto, pensaba un joven de unos veintidós años pronto a cumplir veintitrés, cada día que pasaba era un segundo mas viejo, su apariencia si bien era la de un niño, para él era traumatizante el cumplir años, en especial si no tenia con quien compartir el momento, muchos habían pasado por su cama, muchos le habían bajado el mundo, muchos se enamoraban de él, pero igual como siempre dicen, no vale la cantidad si no la calidad, lo exterior no es lo importante si no lo interior. Y ninguno de esos tantos y pico le habían demostrado buenas intenciones, por lo que ahora se encontraba solo, y sin amor, bueno tal vez lo de sin amor no tanto, ya que su hermano mayor se encargaba de demostrarle siempre lo mucho que le amaba, esforzándose por que su pequeño ángel siempre estuviera contento. Aunque desde que se casara hace un año no había tenido el tiempo de estar con su hermanito, el mayor se encontraba además en constantes viajes de negocios y el teléfono se había convertido en un objeto de vital importancia para los dos, ya que era la única forma de mantenerse en contacto.
Pero todo no era malo, pronto seria tío, gracias a que su cuñado había quedado embarazado hacia unos meses, eso llenaba de gozo al joven Shun, y lo animaba cada día en el trabajo, donde cientos de hienas le miraban con envidia hablando a sus espaldas, mostrando sus dos caras frente a él, siempre hipócritas, pensaba el muchacho, jamás cambiaran.
Un giro, dos giros, de costado, la espalda, los zapatos… El espejo le mostraba un cuerpo maravilloso, lleno de vida, radiante, hermoso… Pero en el fondo, en lo mas hondo de su ser se sentía vacio, ¿de que valía tanta belleza?, si no tenia alguien que de verdad le amara y le demostrara lo fascinado que se encontraba por él, que lo abrazara y le diera calor en las noches, que le susurrara palabras de amor al oído, que le hiciera el amor cada día hasta quedar sin aliento ni fuerzas para seguir, que lo deseara, que lo marcara como suyo. “¡Dios!, ¿Por qué?... ¿Por qué no puedo encontrar al chico correcto?, ¿Es que tan mal me he portado en esta vida?”, se pregunto a si mismo.
Unas lágrimas rodaron por sus mejillas acompañadas de un gemido de dolor, su corazón no lo soportaba, necesitaba a alguien, aunque muchas veces lo negara, necesitaba que alguien le amara. Palpo su reflejo en el espejo, delineo cada línea de su rostro, sus hebras castañas cayendo por sus hombros destellaron bajo la tenue luz de la habitación. Sin mas que lamentar, seco sus lagrimas con un pañuelo, observo por la ventana del balcón y pudo notar que ya amanecía, si no se daba prisa llegaría tarde al trabajo, ese lugar donde solo le buscaban por puro interés, ese lugar al cual ya no le quedaban ganas de ir. Pero era el dueño de la empresa, no podía faltar, su hermano contaba con él.
*****
Se había retrasado media hora por culpa de un idiota que no le daba paso, la gente de ahora no sirve para manejar, ¿Dónde demonios habrá conseguido su licencia?, pensaba un guapo hombre de cabellos dorados mientras conducía a toda velocidad su deportivo negro, si llegaba a retrasarse mas no conseguiría llegar a la empresa donde tenia que finiquitar unos negocios que tanto le había costado encontrar, y todo por culpa de un imbécil que seguro había pagado para que le dieran la licencia, definitivamente cada día hay mas corrupción en el mundo, se dijo a si mismo.
Observo su reflejo en el espejo retrovisor, se sonrío, probando las distintas sonrisas conquistadoras que poseía, peino sus cabellos con su mano y guiño un ojo, esta tarde se encontraba mas sexy que nunca, emanando de su cuerpo una esencia masculina que pondría a sus pies al mas difícil de todos. Pero solo quería que uno cayera a sus pies, y justo iba por él en ese momento, ante el solo recuerdo de ese chico radiante, sus manos se comenzaron a mover al ritmo de la música de la radio, una sonrisa de profunda felicidad se dibujo en su rostro y no pudo evitar tararear la canción de turno.
Ese día no podía ser arruinado por nada ni nadie, debía llegar a su objetivo a toda costa.
Las puertas de cristal de uno de los edificios de la Corporación Ikeda se abrieron ante la llegada de uno de los dueños, de inmediato cientos de personas se abalanzaron sobre él, haciéndole preguntas, mostrándole documentos, pidiéndole ayuda, en fin, mostrando esas caras hipócritas que tanto odiaba el joven castaño, pero que sin poder evitarlo, les contestaba a todos con una sonrisa sincera, llena de ternura y amabilidad, sin dejar que alguno de ellos se fuera sin respuestas claras. Pronto pudo llegar a su oficina, la cual se encontraba en lo mas alto del edificio, el ascensor lo dejo en toda la entrada, una amplia habitación se mostro ante él, equipada con lo ultimo en el mercado para oficinas, en un largo escritorio centrado se encontraba la computadora portátil mas cara de todas, una silla acolchada, papeles muy bien acomodados sobre la mesa de trabajo, luces blancas iluminando hasta el ultimo rincón, flores en cada esquina, lámparas de vidrio que reflejaban su belleza, una terraza, una alfombra de color azul turquesa, las paredes pintadas de color marfil. Varios sofás para los invitados, un mini bar muy poco usado pero en buen estado. Una oficina que se asemejaba mas a una habitación de una casa que a la de un lugar de trabajo, solo hacia falta una cama y estaba hecho, pensaba con una sonrisa Shun.
Sin perder mucho tiempo se acerco a su escritorio, dejo unos documentos sobre este, busco en una gaveta sus lentes para leer y de inmediato comenzó a revisar todo tipo de papeles, varios contratos, currículos de personas que solicitaban empleos, uno tras otro, pasaron los minutos, hasta que, por una extraña razón, una foto se salió de una de las carpetas yendo a parar a sus piernas, la miro, con lentitud sus dedos la tomaron, había quedado boca abajo así que no podía ver quien era, estaba por darle la vuelta y mirar quien estaba en la foto cuando llamaron por el intercomunicador, era su secretaria, le avisaba que alguien lo buscaba, se inclino hacia delante, apretando un botón y le dijo que lo hiciera pasar, dejo la foto sobre el escritorio y sin darse cuenta la coloco boca arriba, se levanto olvidándose de la imagen, esperando a que el sujeto que lo buscaba llegara.
El timbre del elevador sonó en el piso, las puertas se comenzaron a abrir lentamente, una suave brisa se coló en la oficina, meciendo las hebras castañas de Shun, por un momento quito la vista de las puertas del ascensor para acomodar sus cabellos, mientras lo hacia escucho unos pasos, levanto de nuevo la vista y lo que vio lo dejo sin habla. Un perfecto espécimen de hombre acababa de entrar en su oficina, con un traje muy elegante, una sonrisa galante, un andar varonil, pudo apreciar un cuerpo de atleta bajo el traje, de piel bronceada y de cabellos dorados, pero a pesar de todo eso, fueron sus ojos coloreados como el cielo lo que lo dejaron prendado al joven hombre, que no debía tener mas de 29 años, todo un machazo como diría su prima Saorí.
--Muy buen día, señor Ikeda-- Dijo el rubio con una sonrisa en el rostro, devorándose con la vista el cuerpo de Shun.
--Buen día, señor…-- Pero no pudo decir mas, le extendió la mano, la cual fue tomada por la del otro y aun con la boca entreabierta logro decir --¿Usted se llama?--
--Disculpe por no presentarme antes, soy Hyoga Casanova, un placer conocerle-- Termino de hablarle con sensualidad, tomando la mano de Shun entre la suya pero en vez de estrecharla la levanto e inclinándose un poco le beso el dorso de la mano al joven castaño.
--El placer es todo mío, dígame señor Casanova, ¿Qué le ha traído por acá?-- Lentamente Shun retiro su mano, sentía que su cuerpo se agitaba por una extraña razón, la piel se le erizo, se le subió la temperatura, y de un momento a otro se le dificultó el respirar, y todo esto provocado por un simple beso en la mano, se repitió a si mismo que se encontraba desesperado y por eso había reaccionado así.
--Vengo por negocios, simples negocios y… por ti-- Dijo sin ningún rodeo, sentando a todas sus anchas en la silla frente al escritorio.
--¿Por mi ha dicho?, no le entiendo eso ultimo-- Aun de pie sus piernas temblaron, algo en ese hombre se le hacia familiar desde el momento que se presentara pero aun no sabia que, era muy extraño, él no olvidaba con facilidad a alguien. Un poco nervioso se sentó en su silla y se fijo en que su visitante tenía una sonrisa cínica que le trajo a la mente…
--Por dios Shun, no puedo creer que te olvidaras de mi, ¿no que me amabas?-- Se incorporo, inclinándose sobre el borde del escritorio, perdiéndose en los encantadores ojos verdes de Shun, esos ojos que desde niño le habían encantado. El rubio ahora se encontraba sorprendido, no podía creer que aun después de presentarse, el amor de su vida no le recordara, y un inmenso dolor aprisiono su pecho. --Me hieres, Shun-- Dijo con voz lastimera.
--Yo… No se… Yo, de verdad que… No lo recuerdo…-- Bajo la vista hacia un lado, no soportaba el mirar su rostro ya que le transmitía pesar, gracias a que se sintió mal por que no lo había reconocido, pero de verdad que no lo reconocía, Shun buscaba en su mente algo que lo ayudara pero no llegaba, entonces vio la foto sobre el escritorio, la que hace unos momentos se cayera en sus piernas. Sus ojos se ensancharon, su boca se entreabrió y su respiración se agito aun mas, ahí estaba lo que activaría ese recuerdo olvidado, una foto de él cuando era niño junto a otro niño rubio muy parecido al hombre que ahora se encontraba frente a él. Acerco su mano a la foto y la levanto, observándola con detenimiento.
--Shun, vine por tu cumpleaños, quería… Yo quería verte de nuevo y sacarte a pasear, me comunique hace unos días con tu hermano por cuestiones de trabajo, y no sabes lo emocionado que me sentí cuando supe quien era, y entonces me dijo que tu estabas aquí, que yo debía verte para finiquitar unos negocios, recordé que cumples años hoy y no dude un segundo en cancelar todas mis citas y venirme a Tokio, por dios Shun, dime que si me recuerdas, dime que aun sientes algo por mi--
Una mano del rubio se poso en la barbilla de Shun, sus palabras eran sinceras, además que una gran tristeza lo embargaba ya que Shun no lo recordaba, se reprocho el no haber llegado en un plan distinto, en vez de hacerse el desconocido, haber llegado abrazándolo, diciéndole quien era desde que saliera por el ascensor, o haberlo llamado antes. Pero ahora se sentía mal, si el de hebras castañas no le recordaba se iría sin mas pero con un profundo dolor en el pecho.
--Hyoga-- Susurro, levantando la vista, con lágrimas surcando su rostro, elevo sus manos y las enredo en el cuello del rubio. –Hyoga… No puedo creerlo, eres tú…--
--Shun, que alegría me da que si me recuerdes, ya me estaba preocupando, discúlpame por no avisarte antes, yo intente sorprenderte, pensé que tu reacción seria otra, yo no…--
--Calla, si me has sorprendido, tanto que ni te recordaba, no tienes nada de que disculparte, el día de hoy no me había levantado con muchos ánimos y andaba distraído-- Sonrío con ternura al pronunciar cada palabra con un dedo puesto en los labios del otro, se sentía muy feliz, era Hyoga, su primer amor, ese que le robaba el sueño cada noche, al que le entrego su virginidad, al que dejo sin mirar atrás, como se arrepintió de haberlo hecho, como sufrió todos estos años, pero ahora, estaba allí, junto a él, aun no podía creerlo. Pensaba en porque había vuelto y se preparaba a abrir la boca cuando fue interrumpido.
--Espero que no estés muy ocupado, porque este día saldremos de paseo, no quiero verte en esta oficina un nueve de setiembre nunca más. Y se lo que piensas, que porque estoy aquí después de lo que me hiciste , pero eso te lo responderé luego, así que levántate y ven conmigo a celebrar tu cumpleaños-- Lo estrecho contra su cuerpo con amor, inhalando el aroma a durazno que emanaba del cuerpo de Shun.
--Pero y los negocios que debíamos finiquitar, no seria mejor…--
--Cero negocios el día de hoy, mañana podemos hacerlo, además ya va a ser mediodía y yo muero de hambre-- Se hizo el loco por un momento, entrecerrando los ojos y desviándolos de los de Shun, para luego en un rápido movimiento acercarse y darle un beso.
--Hyo…Hyoga… Por dios, apártate estamos en mi oficina, que pensaran-- Suavemente lo echo para atrás, respirando agitadamente, y con una gran sonrisa en el rostro --Veo que no has cambiado mucho, antes hacías lo mismo para robarme un beso donde fuera--
--Y te gustaba, o ¿me dirás que no?. Porque a mi me encantaba verte sonrojado y beber de tus labios cada vez que te descuidabas, lo cual era muy a menudo, llegue a pensar que lo hacías a propósito-- Se rio burlonamente, acariciando una mejilla del castaño.
--No lo hacia a propósito, en cambio tu si que hacías a propósito el distraerme con cualquier tontería para atacar mis labios con los tuyos, eras tan…--
--¿Tan encantador?--
--No… Bueno si… Pero…--
--¿Pero que?, la pasamos bien por diez años, hasta que tu… Bueno para que recordar eso, ahora lo importante es que te encontré de nuevo, y sabes, no te voy a dejar escapar como aquella vez--
--¿Eso quiere decir que compraste una red de acero?-- Shun le miro sonriente.
--Que gracioso estas, pero te equivocas, tengo una jaula de diamante, de ahí no podrás salir nunca--
Lo abrazo fuerte por la cintura, juntándolo mas a él, se acerco lentamente, con su mirada fija en los ojos del castaño, vio en ellos la aprobación a lo que quería, y sin perder un segundo mas, volvió a sellar los labios de Shun con los suyos.
Pero todo no era malo, pronto seria tío, gracias a que su cuñado había quedado embarazado hacia unos meses, eso llenaba de gozo al joven Shun, y lo animaba cada día en el trabajo, donde cientos de hienas le miraban con envidia hablando a sus espaldas, mostrando sus dos caras frente a él, siempre hipócritas, pensaba el muchacho, jamás cambiaran.
Un giro, dos giros, de costado, la espalda, los zapatos… El espejo le mostraba un cuerpo maravilloso, lleno de vida, radiante, hermoso… Pero en el fondo, en lo mas hondo de su ser se sentía vacio, ¿de que valía tanta belleza?, si no tenia alguien que de verdad le amara y le demostrara lo fascinado que se encontraba por él, que lo abrazara y le diera calor en las noches, que le susurrara palabras de amor al oído, que le hiciera el amor cada día hasta quedar sin aliento ni fuerzas para seguir, que lo deseara, que lo marcara como suyo. “¡Dios!, ¿Por qué?... ¿Por qué no puedo encontrar al chico correcto?, ¿Es que tan mal me he portado en esta vida?”, se pregunto a si mismo.
Unas lágrimas rodaron por sus mejillas acompañadas de un gemido de dolor, su corazón no lo soportaba, necesitaba a alguien, aunque muchas veces lo negara, necesitaba que alguien le amara. Palpo su reflejo en el espejo, delineo cada línea de su rostro, sus hebras castañas cayendo por sus hombros destellaron bajo la tenue luz de la habitación. Sin mas que lamentar, seco sus lagrimas con un pañuelo, observo por la ventana del balcón y pudo notar que ya amanecía, si no se daba prisa llegaría tarde al trabajo, ese lugar donde solo le buscaban por puro interés, ese lugar al cual ya no le quedaban ganas de ir. Pero era el dueño de la empresa, no podía faltar, su hermano contaba con él.
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Se había retrasado media hora por culpa de un idiota que no le daba paso, la gente de ahora no sirve para manejar, ¿Dónde demonios habrá conseguido su licencia?, pensaba un guapo hombre de cabellos dorados mientras conducía a toda velocidad su deportivo negro, si llegaba a retrasarse mas no conseguiría llegar a la empresa donde tenia que finiquitar unos negocios que tanto le había costado encontrar, y todo por culpa de un imbécil que seguro había pagado para que le dieran la licencia, definitivamente cada día hay mas corrupción en el mundo, se dijo a si mismo.
Observo su reflejo en el espejo retrovisor, se sonrío, probando las distintas sonrisas conquistadoras que poseía, peino sus cabellos con su mano y guiño un ojo, esta tarde se encontraba mas sexy que nunca, emanando de su cuerpo una esencia masculina que pondría a sus pies al mas difícil de todos. Pero solo quería que uno cayera a sus pies, y justo iba por él en ese momento, ante el solo recuerdo de ese chico radiante, sus manos se comenzaron a mover al ritmo de la música de la radio, una sonrisa de profunda felicidad se dibujo en su rostro y no pudo evitar tararear la canción de turno.
Ese día no podía ser arruinado por nada ni nadie, debía llegar a su objetivo a toda costa.
Las puertas de cristal de uno de los edificios de la Corporación Ikeda se abrieron ante la llegada de uno de los dueños, de inmediato cientos de personas se abalanzaron sobre él, haciéndole preguntas, mostrándole documentos, pidiéndole ayuda, en fin, mostrando esas caras hipócritas que tanto odiaba el joven castaño, pero que sin poder evitarlo, les contestaba a todos con una sonrisa sincera, llena de ternura y amabilidad, sin dejar que alguno de ellos se fuera sin respuestas claras. Pronto pudo llegar a su oficina, la cual se encontraba en lo mas alto del edificio, el ascensor lo dejo en toda la entrada, una amplia habitación se mostro ante él, equipada con lo ultimo en el mercado para oficinas, en un largo escritorio centrado se encontraba la computadora portátil mas cara de todas, una silla acolchada, papeles muy bien acomodados sobre la mesa de trabajo, luces blancas iluminando hasta el ultimo rincón, flores en cada esquina, lámparas de vidrio que reflejaban su belleza, una terraza, una alfombra de color azul turquesa, las paredes pintadas de color marfil. Varios sofás para los invitados, un mini bar muy poco usado pero en buen estado. Una oficina que se asemejaba mas a una habitación de una casa que a la de un lugar de trabajo, solo hacia falta una cama y estaba hecho, pensaba con una sonrisa Shun.
Sin perder mucho tiempo se acerco a su escritorio, dejo unos documentos sobre este, busco en una gaveta sus lentes para leer y de inmediato comenzó a revisar todo tipo de papeles, varios contratos, currículos de personas que solicitaban empleos, uno tras otro, pasaron los minutos, hasta que, por una extraña razón, una foto se salió de una de las carpetas yendo a parar a sus piernas, la miro, con lentitud sus dedos la tomaron, había quedado boca abajo así que no podía ver quien era, estaba por darle la vuelta y mirar quien estaba en la foto cuando llamaron por el intercomunicador, era su secretaria, le avisaba que alguien lo buscaba, se inclino hacia delante, apretando un botón y le dijo que lo hiciera pasar, dejo la foto sobre el escritorio y sin darse cuenta la coloco boca arriba, se levanto olvidándose de la imagen, esperando a que el sujeto que lo buscaba llegara.
El timbre del elevador sonó en el piso, las puertas se comenzaron a abrir lentamente, una suave brisa se coló en la oficina, meciendo las hebras castañas de Shun, por un momento quito la vista de las puertas del ascensor para acomodar sus cabellos, mientras lo hacia escucho unos pasos, levanto de nuevo la vista y lo que vio lo dejo sin habla. Un perfecto espécimen de hombre acababa de entrar en su oficina, con un traje muy elegante, una sonrisa galante, un andar varonil, pudo apreciar un cuerpo de atleta bajo el traje, de piel bronceada y de cabellos dorados, pero a pesar de todo eso, fueron sus ojos coloreados como el cielo lo que lo dejaron prendado al joven hombre, que no debía tener mas de 29 años, todo un machazo como diría su prima Saorí.
--Muy buen día, señor Ikeda-- Dijo el rubio con una sonrisa en el rostro, devorándose con la vista el cuerpo de Shun.
--Buen día, señor…-- Pero no pudo decir mas, le extendió la mano, la cual fue tomada por la del otro y aun con la boca entreabierta logro decir --¿Usted se llama?--
--Disculpe por no presentarme antes, soy Hyoga Casanova, un placer conocerle-- Termino de hablarle con sensualidad, tomando la mano de Shun entre la suya pero en vez de estrecharla la levanto e inclinándose un poco le beso el dorso de la mano al joven castaño.
--El placer es todo mío, dígame señor Casanova, ¿Qué le ha traído por acá?-- Lentamente Shun retiro su mano, sentía que su cuerpo se agitaba por una extraña razón, la piel se le erizo, se le subió la temperatura, y de un momento a otro se le dificultó el respirar, y todo esto provocado por un simple beso en la mano, se repitió a si mismo que se encontraba desesperado y por eso había reaccionado así.
--Vengo por negocios, simples negocios y… por ti-- Dijo sin ningún rodeo, sentando a todas sus anchas en la silla frente al escritorio.
--¿Por mi ha dicho?, no le entiendo eso ultimo-- Aun de pie sus piernas temblaron, algo en ese hombre se le hacia familiar desde el momento que se presentara pero aun no sabia que, era muy extraño, él no olvidaba con facilidad a alguien. Un poco nervioso se sentó en su silla y se fijo en que su visitante tenía una sonrisa cínica que le trajo a la mente…
--Por dios Shun, no puedo creer que te olvidaras de mi, ¿no que me amabas?-- Se incorporo, inclinándose sobre el borde del escritorio, perdiéndose en los encantadores ojos verdes de Shun, esos ojos que desde niño le habían encantado. El rubio ahora se encontraba sorprendido, no podía creer que aun después de presentarse, el amor de su vida no le recordara, y un inmenso dolor aprisiono su pecho. --Me hieres, Shun-- Dijo con voz lastimera.
--Yo… No se… Yo, de verdad que… No lo recuerdo…-- Bajo la vista hacia un lado, no soportaba el mirar su rostro ya que le transmitía pesar, gracias a que se sintió mal por que no lo había reconocido, pero de verdad que no lo reconocía, Shun buscaba en su mente algo que lo ayudara pero no llegaba, entonces vio la foto sobre el escritorio, la que hace unos momentos se cayera en sus piernas. Sus ojos se ensancharon, su boca se entreabrió y su respiración se agito aun mas, ahí estaba lo que activaría ese recuerdo olvidado, una foto de él cuando era niño junto a otro niño rubio muy parecido al hombre que ahora se encontraba frente a él. Acerco su mano a la foto y la levanto, observándola con detenimiento.
--Shun, vine por tu cumpleaños, quería… Yo quería verte de nuevo y sacarte a pasear, me comunique hace unos días con tu hermano por cuestiones de trabajo, y no sabes lo emocionado que me sentí cuando supe quien era, y entonces me dijo que tu estabas aquí, que yo debía verte para finiquitar unos negocios, recordé que cumples años hoy y no dude un segundo en cancelar todas mis citas y venirme a Tokio, por dios Shun, dime que si me recuerdas, dime que aun sientes algo por mi--
Una mano del rubio se poso en la barbilla de Shun, sus palabras eran sinceras, además que una gran tristeza lo embargaba ya que Shun no lo recordaba, se reprocho el no haber llegado en un plan distinto, en vez de hacerse el desconocido, haber llegado abrazándolo, diciéndole quien era desde que saliera por el ascensor, o haberlo llamado antes. Pero ahora se sentía mal, si el de hebras castañas no le recordaba se iría sin mas pero con un profundo dolor en el pecho.
--Hyoga-- Susurro, levantando la vista, con lágrimas surcando su rostro, elevo sus manos y las enredo en el cuello del rubio. –Hyoga… No puedo creerlo, eres tú…--
--Shun, que alegría me da que si me recuerdes, ya me estaba preocupando, discúlpame por no avisarte antes, yo intente sorprenderte, pensé que tu reacción seria otra, yo no…--
--Calla, si me has sorprendido, tanto que ni te recordaba, no tienes nada de que disculparte, el día de hoy no me había levantado con muchos ánimos y andaba distraído-- Sonrío con ternura al pronunciar cada palabra con un dedo puesto en los labios del otro, se sentía muy feliz, era Hyoga, su primer amor, ese que le robaba el sueño cada noche, al que le entrego su virginidad, al que dejo sin mirar atrás, como se arrepintió de haberlo hecho, como sufrió todos estos años, pero ahora, estaba allí, junto a él, aun no podía creerlo. Pensaba en porque había vuelto y se preparaba a abrir la boca cuando fue interrumpido.
--Espero que no estés muy ocupado, porque este día saldremos de paseo, no quiero verte en esta oficina un nueve de setiembre nunca más. Y se lo que piensas, que porque estoy aquí después de lo que me hiciste , pero eso te lo responderé luego, así que levántate y ven conmigo a celebrar tu cumpleaños-- Lo estrecho contra su cuerpo con amor, inhalando el aroma a durazno que emanaba del cuerpo de Shun.
--Pero y los negocios que debíamos finiquitar, no seria mejor…--
--Cero negocios el día de hoy, mañana podemos hacerlo, además ya va a ser mediodía y yo muero de hambre-- Se hizo el loco por un momento, entrecerrando los ojos y desviándolos de los de Shun, para luego en un rápido movimiento acercarse y darle un beso.
--Hyo…Hyoga… Por dios, apártate estamos en mi oficina, que pensaran-- Suavemente lo echo para atrás, respirando agitadamente, y con una gran sonrisa en el rostro --Veo que no has cambiado mucho, antes hacías lo mismo para robarme un beso donde fuera--
--Y te gustaba, o ¿me dirás que no?. Porque a mi me encantaba verte sonrojado y beber de tus labios cada vez que te descuidabas, lo cual era muy a menudo, llegue a pensar que lo hacías a propósito-- Se rio burlonamente, acariciando una mejilla del castaño.
--No lo hacia a propósito, en cambio tu si que hacías a propósito el distraerme con cualquier tontería para atacar mis labios con los tuyos, eras tan…--
--¿Tan encantador?--
--No… Bueno si… Pero…--
--¿Pero que?, la pasamos bien por diez años, hasta que tu… Bueno para que recordar eso, ahora lo importante es que te encontré de nuevo, y sabes, no te voy a dejar escapar como aquella vez--
--¿Eso quiere decir que compraste una red de acero?-- Shun le miro sonriente.
--Que gracioso estas, pero te equivocas, tengo una jaula de diamante, de ahí no podrás salir nunca--
Lo abrazo fuerte por la cintura, juntándolo mas a él, se acerco lentamente, con su mirada fija en los ojos del castaño, vio en ellos la aprobación a lo que quería, y sin perder un segundo mas, volvió a sellar los labios de Shun con los suyos.