Templo del Atlántico Norte

-Tú ten cuidado con quemarte... -susurra burlon.

No temía, porque sabía que no caería en sus redes. Si conoce su infame historia, pues tendría presente que no es el único que sabe manipular.

Kanon sabe que debería estar muerto, hace mucho que debería haber dejado este horrible mundo. Podría haber muerto en Sunion, esa fue la primera oportunidad. Pero el destino le tenía preparado otro tipo de cosas; y fue guiado al Santuario marino. Años atrás pudo haber muerto también por el mismo Saga.

Pero Kanon tiene suerte... siempre hay algo que lo salva, y lo mantiene con vida. ¿Hay algo que debe hacer? debe cuidar sus pasos de igual manera.

El aroma de Hypnos es embriagador, sus fosas nasales aspiran el olor para probarlo de manera más profunda. Rodea con sus brazos el cuello del dios y pronto se siente acorralado a un pilar, su piel de la relami tocó el mármol y sufrió un pequeño escalofrio por la frialdad. Lo besó con más fuerza y ánimo enredando sus dedos en esa cabellera. Dijo su nombre entrecortadamente, y le clavó sus ojos de manera chispeante. Acarició su cuello con imaginarios trazados de sus dedos hasta su pecho.

-Ngh -Kanon muerde su labio inferior, tragándose millones de sonidos que no desea emitir. Ladea el rostro, ocultando sus ojos bajo su azulado flequillo y mostrando su rubor en las mejillas.

Se removió un poco, sólo un poco para jugar un poco con el dios y desesperarlo, aunque lo duda. Cuando Hypnos y él rozaron, su respiración se volvió temblorosa, y salió caliente de sus labios. Hechó la cabeza hacia atrás, frunciendo un poco el ceño y cerrando sus ojos. Pronto fue traicionado por él mismo cuando leve gemido escapó pr causa del tacto de esas manos. No, de esos dedos que invaden su piel dentro de su pantalón, como si quisieran llevarse todo de él.

Si Kanon le observa, y deja mostrar sus orbes, verá en el dios la perfecta imagen de el deseo. Pero no sabe cuánta diferencia podría encontrar si busca más en él, si prueba más de él.

Pero es en eso, cuando escucha ese susurro en su oído; en la que sus gruesas pestañas se separan y se entreabren para verle de reojo. Dragón Marino esboza una risita, le pareció enternecedor que lo llamara de esa forma.

Recargó el brazo derecho en el dórico pilar, y apoyó la frente en su muñeca. El dios le había hecho voltear, y le había desprendido la camisola que hace tanto andaba usando. Kanon le dejó que lo consiguiera con facilidad, su mano diestra acompañó a la de él en el camino hacia sus pantalones, siguiendo el camino por su piel, suave, tentadora. Soltó aire pesadamente, un pequeño gemido logró escapar. En ese momento dio un pequeño sobresalto cuando esa mano llegó a su hombría, el calor estalló.

Miles de sensaciones revoloteaban en su sistema, al parecer Hypnos disfrutada cada partícula, cada molécula de su ser. Kanon buscaba carne para agarrar, su diestra tanteó el cuerpo del dios, y se aferró a su cadera, lugar que apretó con sus dedos, exigiendo más cercanía.

Volteó un poco para verle de reojo, esos ojos azules revelaban marejadas, chispeantes y titubeantes. Susurró el nombre de él otra vez... y se fue desvaneciendo hasta el final. Se meneó un poco, un sonido ahogado floreció.

-Anda... muéstrame -le incitó trabajosamente.

Kanon se va un poco atrás, pegando su espalda al pecho de él. Su cuello queda expuesto, ofreciéndolo para que el dios tome cuanto él desee. Acompaña a esas manos en acariciar, siguiéndolas y ayudándolas. Se resalta prontamente por las atenciones, un leve escalofrío, pero demasiado agradable. Siente que su corazón salta y se acelera, su sistema circulatorio, la sangre, todo. El placer que le causa no lo quiere admitir, pero no importa cuánto lo niegue, su cuerpo de hace rato lo está traicionando.

-Hn.. -Mordisquea su labio infierior con fiereza, siente que se derrite por el susurro de él. Llamarle "pequeño"... la razón la desconoce, pero le agrada, mucho. Conducido a un paraíso en sus sentimientos, a los Elíseos quizás. Hypnos es pausado, se toma su tiempo, y se desespera porque así no aguantará demasiado.

Al principio maldijo esa pequeña invasión de aquél dedo, en su mente lo hizo. Le dolió, cerró sus párpados con fuerza. Y se fue relajando con los segundos, yendose de a poco la tensión.

-M...me llevarás con él aunque sea... -Y nunca se cansaba de pedir.- Hypnos... -le llamó en susurros apenas audibles, provocativos- quiero verlo...

Sus manos vuelven al pilar, y lo arañan con saña gimiendo en voz baja. Lo siente, sabe lo que hará, sabe lo que quiere. Cada contacto que el dios arremete en su cuerpo, le causa unas sensaciones que perduran por mucho, y extrañamente desea que no se vayan.

Sus manos se pasean por sus caderas, un poco más abajo, sus muslos. Esos dedos que ambiciosamente presionan su piel, le hace dar un pequeño brinco y querer voltear para verle. Pero no lo hace. Simplemente no quiere que el otro vea en qué estado le está dejando, en estos momentos su rostro puede decir muchas cosas... aunque su corazón ante él no conoce la vergüenza.

Agacha un poco el rostro, su flequillo cae, y se adhiere a su piel. Dragón marino está manejable, ¿Será que ha decidido en confiar en la palabra del dios?

El calor es agradable, excitante de por sí. Menea un poco sus caderas para molestar a aquella viribilidad que se desliza con suavidad. Mala idea

-Hypnos... -murmura fuera de sí, entrecortado, tembloroso. Coloca su diestra sobre la mano de él y suavemente le ayuda a bombear su miembro que cada vez toma más vida. La verdad es que se sorprende de la mestría que ejecuta el dios sobre él, deborándolo en todo ámbito sin desperdiciar nunca nada... Siente que la sangre se le sube a la cabeza, y sus mejillas son adorablemente coloreadas por el vergonzoso sonroje.

Su boca se abre ligeramente para dejar escapar los gemidos que fueron causados por esa introducción en su cuerpo... por reflejo mueve sus caderas otra vez, yendo al fondo, tocando con querer ese punto. Hecha pronto su cabeza hacia atrás, apoyandola en el hombro del otro a la vez que cerraba sus ojos.

-...Hypnos... -le llama otra vez, sin pensarlo. Pero ahí está, siente su dorada mirada sobre él. Esboza una dulce sonrisa.

E Hypnos le vuelve a susurrar...

Kanon vuelve a emitir otro gemido, ahogándolo en la boca del otro, proporcionando sofocante su acompasada y ardiente respiración. Estaba seguro que serían los únicos que violaban el silencio en este Santuario Marino, a estas horas era una tumba de lo callado.

Lo peor de todo, es que Kanon desearía que esto nunca acabe, lo que el dios le hace sentir es algo preciado. Demasiado divino. Dragón Marino odia a los dioses, pero por alguna razón éste le comienza a tener simpatía. ¿Será por las cosas en común? ¿O tal vez el carácter? bien podría resumir Kanon, que su propia ambición no tiene límites ni fronteras. Le muerde el labio inferior, tironeando un poco de él. Le agrada ser su pequeño Kanon.

Pronto se separa de esos labios, se inclina hacia adelante sin romper la unión y estira sus brazos buscando apoyo en el pilar, arqueaba su espalda, formando arcos perfectos en movimientos sensuales e hipnotizantes. Su larga cabellera cae adheriendose a su piel, mientras que a la par que el mar de sensaciones aumentaba; Kanon provocaba más movimiento, siempre exigente. Incluso una de sus manos se portó bastante traidora; yéndose directamente a su entrepierna.

Su voz tembló.

Por un momento incluso se le llegó olvidar del juego en que competían. Gimió, reveló el gusto que siente, el poder vivir en carne propia una vez más; la codicia de los dioses. Los envidiaba por la clase de placer que pueden degustar. Se afirmó firme del brazo que lo rodeó, sus labios se abrieron para dejar escapar otros jadeos. Sintió que el dios le arrebataba el aire, cada movimiento, el aumento de potencia en sus estocadas. Por momentos susurraba groserías, cosas sin sentido, e incluso el nombre del dios sin siquiera darse cuenta. Sus mejillas ruborizadas le daban una apariencia adorable, Kanon adquiría cierta timidez que no quería mostrar. Alza un brazo hacia atrás, tratando de capturar la dorada cabellera de Hypnos, y sus dedos se aferran como enredaderas, sin estar tranquilos.

Se siente en el paraíso, como sí Hypnos lo hubiera llevado efimeramente a los Eliseos. De verdad que sus atenciones eran divinas, Kanon deliraba.

-Por favor... -susurró apenas y entrecortado.

No lo creyó tan así; de verdad todo parecía irreal. El mar de sensaciones era tan sublime, se atrevería de clasificarlo como perfecto. A Kanon le fascinaba experimentar cosas nuevas, no había nada más excitante para él que salir de la rutina de siempre, de conformarse con él mismo o con algún sirviente -que de por sí era lamentable-

Pero ni en sus sueños creería ser tomado por un dios, ¿Quién se fijaría en él? Sí ni siquiera Saga centró sus ojos en su persona, ¿Quién más tendría el deseo de tenerle? ¿Y para qué propósito? ¿Con qué asaña?. En veces simplemente se sentía como un miserable, como alguien que no valía la pena. Saga había muerto... ¿Por su culpa? pero sí el mismo cayó bajo los brazos de la joven Athena, cumpliendo su suicidio. ¿Pero acaso no fue Kanon quién lo guió por el camino del mal? Lo manipuló, de fin de cuentas obtuvo lo que quería, pero no en la forma en que deseaba.

Hypnos aceleró sus movimientos en ambos labores. Kanon se sintió desfallecer. Es que más extasiado no podía, sus exigencias de querer más lo llevaron a un límite impensable que por un momento creyó no poder soportar.

Pero... aquí está. Siendo marcado por un dios, entregandose hasta el último segundo para él; dejando que acabe en su interior. Sus piernas tambalearon, temblaron; se mostraron frágiles. Y lo amenazaron con caer. Como pudo se aferró de Hypnos, siguiendole a los segundos después acabando en su mano.

-H...Hypnos

-Sabes lo que quiero... -su respiración aún seguía circulando algo acelerado.

Un escalosfrio recorrió su cuerpo propulsado por esa lengua que había recorrido su cuello. No sabía sí sentirse orgulloso, o tal vez alagado por aquellas palabras. Pero no le diría que resultaba tentador acompañarlo a su morada y conocer esos Campos que sólo los dioses tienen derecho a pisar...

Le ofreció su cuello otra vez, cerrando sus ojos con suavidad entregandose a esas caricias. Hypnos es interesante... Pero Saga... él desea verlo.