Ni siquiera comprendo porque te escribo estas palabras, quizás sea porque estoy cansado. Cansado de ser el segundo en tu vida, cansado de estar después de él que sé que te ha arrebatado de mi lado.
Claro, yo tengo el título oficial aunque sé que no será por mucho tiempo. Lo noto en tus ojos, el hastío y el cansancio por mi presencia. Lo noto en tu voz que ya no es cálida y afectuosa. Lo noto en tus labios que ya no me besan con anhelo ni me brindan esas sonrisas que siempre creí mías. Y lo noto en tus caricias que parecen ausentes y frías, comparando mí piel con la de aquél que ahora mismo debe estar a tu lado.
Pero no puedo culparlos a ninguno de los dos. Yo no supe verlo, no quise darme cuenta de cuando él dejó de ser algo más para ti. No quise enterarme de que aquél que era tu discípulo y tu amigo querías que fuera tu amante. Me enceguecí en la creencia de que lo veías como un hijo, como nada más. Que cuando tus ojos verdes se posaban en él lo hacían con afecto paterno y no con ese afecto amante que antes tenías para mí.
Y poco a poco él se fue alejando de mí y de ti, parecía que la lucha moral lo atormentaba, que su conciencia le dictaba un alejamiento. Pero tú lo buscaste, una y otra vez, lo llamabas sabiendo que no podía negarse a una orden tuya. Lo llamabas para preguntarle algo, para prestarle un libro, para darle una orden o una misión y así conseguiste separarlo de aquél con el que intentó reemplazarte… Saga.
Fuiste cruel porque al enterarte fuiste su consuelo y con tus labios le pronunciaste palabras de aliento que en realidad eran de alivio al haber conseguido tu objetivo. Porque yo leí en tus ojos que no le permitirías buscar la felicidad en alguien más que no fueras tú. Y también leí en tus ojos que lo amabas más de lo que alguna vez me amarás a mí.
Hace muchísimo tiempo cuando nuestro amor comenzó, creímos que sería eterno pero las cosas me han demostrado que no. Quedamos presos del pasado, anhelando algo que por ser sirvientes de Atena perdimos y que también por causa de ella volvimos a tener. Ella nos dio esta oportunidad que estamos dejando ir al igual que se fueron tantos años separados.
Quizás tendríamos que habernos separado mucho antes, cuando supe que él había caído finalmente ante ti. Cuando sus ojos al mirarme se veían llenos de culpa y de arrepentimiento. Pero volví a negarme a aceptarlo, creí que sería una sola vez. Que con una vez bastaría para que regresaras a mí lado, que al tenerlo habrías satisfecho tu curiosidad y tus ansias pero volví a equivocarme.
Porque él se volvió tu droga, porque cada vez que estabas a su lado y frente a mí notaba tu desesperación por tocarlo, por besarlo, por rozar por accidente sus manos o sus cabellos. Porque él era todo y yo cada vez me sentía menos. Porque él me reemplazó no sólo en tu lecho sino en tus charlas, porque cuando hablabas conmigo hablabas de él, porque lo que creí que sería una noche se transformó en muchas ausencias y en demasiadas lágrimas.
Pero me cansé de todo esto, me cansé de esperar a que me digas que me dejarás por él. Yo merezco ser feliz y ustedes también, veo el amor en sus gestos y en sus miradas y ya no puedo sentirme un intruso entre ustedes. Yo buscaré mi propia felicidad y sé que la encontraré en alguna parte y con alguien más.
Adiós, Shion.
* * *
Estamos aquí los dos juntos como desde hace meses fue mí sueño, los dos totalmente aislados de todo lo que tiene que ver con el Santuario y con aquél que sé que me espera con paciencia día tras día a que regrese a su lado. Pero ya no podré hacerlo. Me falta el coraje y la decisión para decírselo pero no puedo cambiar de opinión.
El que ahora duerme tranquilamente a mí lado se ha convertido en todo lo importante, nada existe fuera de él que me brinda su afecto, cariño, contención y dulzura a cada instante. Durante años lo vi como mi discípulo y después cuando por fin mi antigua armadura fue suya me convertí en su amigo. Y después de todo nuestra amistad se tornó en algo más fuerte y profundo que demoramos mucho tiempo en expresar por temor a herir a mi antiguo amor.
Te alejé de Saga así como te hubiera alejado de todo aquél que hubiera intentado conquistarte y robarme tu corazón. Siempre supe que al único que podía pertenecerle era a mí ya que tú eres el dueño del mío, marcándolo a sangre y fuego como algo imborrable y eterno.
Los cielos saben lo que me costó que confesaras tus sentimientos hacia mí y cuando por fin lograste murmurarme algo saliste corriendo rumbo a tu templo, dejándome parado cuando iba a darte mi respuesta.
Y te llamé una y otra vez, con cualquier excusa, con cualquier pretexto. Viendo día a día tus ojos mirar culpables a los de Dokho aunque tú no tenías ninguna culpa por mis sentimientos. Tantas veces te llamé que en una de tantas ocasiones te robé un beso, suave al principio pero después desesperado, cuando por fin tus labios me respondieron con el mismo anhelo.
Te apartaste con tus ojos verdes llenos de lágrimas y culpas que no conseguí borrar con mis palabras ni con mis gestos. Lloraste por la culpa de herir a Dokho y yo terminé suplicándote que dejaras de llorar porque los sentimientos no se mandan.
Y lo prohibido dio inicio una fresca tarde de otoño, cuando con mis caricias y mis besos logré borrarte cualquier sentimiento de culpa y sólo desperté en ti las ansias y el deseo de volverte uno solo conmigo. Dos cuerpos y dos almas que se fusionaron por completo hasta que el cansancio nos venció y nos dejó rendidos en aquel cuarto del pueblo que se convirtió en nuestro cuarto todas las tardes y noches posibles.
Te hice la promesa de abandonar a Dokho para que no fueras un intruso, porque así te sentías, un intruso entre él y yo, entre los sentimientos que durante mucho tiempo supuse como amor y sólo era afecto. Porque jamás sentí tanto con Dokho como siento con una sola de tus caricias o de tus besos. Una mirada tuya basta para que cualquier cosa importante me sea olvidada con tal de perderme en el capricho de verte.
Y hoy tomé la decisión definitiva de dejarlo. Cuando volviste a pedírmelo con la tristeza surcando tu rostro. Como cada vez después de que eres mío y la culpa te atormenta pero esta vez tus luceros lucieron apagados y quizás hasta cansado de este amor en secreto. Y me aterrorizó la idea de perderte, la idea de que me dejes por alguien que pueda darte todo lo que yo te doy pero con libertad y en público.
* * *
Shion acaba de dormirse y yo no puedo hacer otra cosa que despertarme con la culpa de lo sucedido, como pasa todas las veces que nos encontramos en este cuarto.
Soy cobarde por no poder ponerle fin, pero también soy cobarde por haberle dado inicio a esto. Pero no puedo luchar con el amor que Shion despierta en mí, con el amor que descubrí cuando era su aprendiz en la casa de Aries, cuando me sonreía ante una pregunta bien contestada o me felicitaba por el arreglo de una armadura.
Y me alegré al verlo encontrar la felicidad con Dokho, o por lo menos creí que era feliz hasta que comencé a verlo mirarme con otros ojos. Con los mismos sentimientos con los que debía verlo yo sin darme cuenta y busqué un escape en Saga.
Un escape que no funcionó porque al enterarte me llamaste una y otra vez a tu lado hasta que conseguiste alejarlo. Un escape que terminó cuando me besaste por primera vez porque supe que jamás podría dejarte. Porque cada parte de mí alma y de mí cuerpo pedía a gritos ser tuyo por más que pensara en la persona a la que estábamos lastimando.
Y entonces acepté ser el tercero, el intruso aunque me juraste que dejarías a Dokho y creo en esa promesa que hoy renovaste. Quiero creer que este amor será lo suficientemente fuerte para soportar las miradas de Dokho y la culpa que me atormenta día tras día. Porque después de cada encuentro el arrepentimiento me asalta, por más que sé que ya no sientes nada por él, que es a mí a quien amas y es a mí a quien necesitas a tu lado.
* * *
Regreso al Santuario y de inmediato noto a Kiki esperándonos en el primer templo. El chiquillo se acerca y me entrega un sobre cerrado.
-¿De quién es? – pregunté sorprendido.
-Del maestro Dokho, maestro Shion – responde tu pequeño discípulo.
La abro con cierta preocupación y leo su despedida, la culpa me invade pero después presiento que él será tan feliz como yo lo seré a tu lado.
-Dokho me ha dado la libertad – comento en voz alta y entonces sin ninguna culpa beso tus labios.
Claro, yo tengo el título oficial aunque sé que no será por mucho tiempo. Lo noto en tus ojos, el hastío y el cansancio por mi presencia. Lo noto en tu voz que ya no es cálida y afectuosa. Lo noto en tus labios que ya no me besan con anhelo ni me brindan esas sonrisas que siempre creí mías. Y lo noto en tus caricias que parecen ausentes y frías, comparando mí piel con la de aquél que ahora mismo debe estar a tu lado.
Pero no puedo culparlos a ninguno de los dos. Yo no supe verlo, no quise darme cuenta de cuando él dejó de ser algo más para ti. No quise enterarme de que aquél que era tu discípulo y tu amigo querías que fuera tu amante. Me enceguecí en la creencia de que lo veías como un hijo, como nada más. Que cuando tus ojos verdes se posaban en él lo hacían con afecto paterno y no con ese afecto amante que antes tenías para mí.
Y poco a poco él se fue alejando de mí y de ti, parecía que la lucha moral lo atormentaba, que su conciencia le dictaba un alejamiento. Pero tú lo buscaste, una y otra vez, lo llamabas sabiendo que no podía negarse a una orden tuya. Lo llamabas para preguntarle algo, para prestarle un libro, para darle una orden o una misión y así conseguiste separarlo de aquél con el que intentó reemplazarte… Saga.
Fuiste cruel porque al enterarte fuiste su consuelo y con tus labios le pronunciaste palabras de aliento que en realidad eran de alivio al haber conseguido tu objetivo. Porque yo leí en tus ojos que no le permitirías buscar la felicidad en alguien más que no fueras tú. Y también leí en tus ojos que lo amabas más de lo que alguna vez me amarás a mí.
Hace muchísimo tiempo cuando nuestro amor comenzó, creímos que sería eterno pero las cosas me han demostrado que no. Quedamos presos del pasado, anhelando algo que por ser sirvientes de Atena perdimos y que también por causa de ella volvimos a tener. Ella nos dio esta oportunidad que estamos dejando ir al igual que se fueron tantos años separados.
Quizás tendríamos que habernos separado mucho antes, cuando supe que él había caído finalmente ante ti. Cuando sus ojos al mirarme se veían llenos de culpa y de arrepentimiento. Pero volví a negarme a aceptarlo, creí que sería una sola vez. Que con una vez bastaría para que regresaras a mí lado, que al tenerlo habrías satisfecho tu curiosidad y tus ansias pero volví a equivocarme.
Porque él se volvió tu droga, porque cada vez que estabas a su lado y frente a mí notaba tu desesperación por tocarlo, por besarlo, por rozar por accidente sus manos o sus cabellos. Porque él era todo y yo cada vez me sentía menos. Porque él me reemplazó no sólo en tu lecho sino en tus charlas, porque cuando hablabas conmigo hablabas de él, porque lo que creí que sería una noche se transformó en muchas ausencias y en demasiadas lágrimas.
Pero me cansé de todo esto, me cansé de esperar a que me digas que me dejarás por él. Yo merezco ser feliz y ustedes también, veo el amor en sus gestos y en sus miradas y ya no puedo sentirme un intruso entre ustedes. Yo buscaré mi propia felicidad y sé que la encontraré en alguna parte y con alguien más.
Adiós, Shion.
* * *
Estamos aquí los dos juntos como desde hace meses fue mí sueño, los dos totalmente aislados de todo lo que tiene que ver con el Santuario y con aquél que sé que me espera con paciencia día tras día a que regrese a su lado. Pero ya no podré hacerlo. Me falta el coraje y la decisión para decírselo pero no puedo cambiar de opinión.
El que ahora duerme tranquilamente a mí lado se ha convertido en todo lo importante, nada existe fuera de él que me brinda su afecto, cariño, contención y dulzura a cada instante. Durante años lo vi como mi discípulo y después cuando por fin mi antigua armadura fue suya me convertí en su amigo. Y después de todo nuestra amistad se tornó en algo más fuerte y profundo que demoramos mucho tiempo en expresar por temor a herir a mi antiguo amor.
Te alejé de Saga así como te hubiera alejado de todo aquél que hubiera intentado conquistarte y robarme tu corazón. Siempre supe que al único que podía pertenecerle era a mí ya que tú eres el dueño del mío, marcándolo a sangre y fuego como algo imborrable y eterno.
Los cielos saben lo que me costó que confesaras tus sentimientos hacia mí y cuando por fin lograste murmurarme algo saliste corriendo rumbo a tu templo, dejándome parado cuando iba a darte mi respuesta.
Y te llamé una y otra vez, con cualquier excusa, con cualquier pretexto. Viendo día a día tus ojos mirar culpables a los de Dokho aunque tú no tenías ninguna culpa por mis sentimientos. Tantas veces te llamé que en una de tantas ocasiones te robé un beso, suave al principio pero después desesperado, cuando por fin tus labios me respondieron con el mismo anhelo.
Te apartaste con tus ojos verdes llenos de lágrimas y culpas que no conseguí borrar con mis palabras ni con mis gestos. Lloraste por la culpa de herir a Dokho y yo terminé suplicándote que dejaras de llorar porque los sentimientos no se mandan.
Y lo prohibido dio inicio una fresca tarde de otoño, cuando con mis caricias y mis besos logré borrarte cualquier sentimiento de culpa y sólo desperté en ti las ansias y el deseo de volverte uno solo conmigo. Dos cuerpos y dos almas que se fusionaron por completo hasta que el cansancio nos venció y nos dejó rendidos en aquel cuarto del pueblo que se convirtió en nuestro cuarto todas las tardes y noches posibles.
Te hice la promesa de abandonar a Dokho para que no fueras un intruso, porque así te sentías, un intruso entre él y yo, entre los sentimientos que durante mucho tiempo supuse como amor y sólo era afecto. Porque jamás sentí tanto con Dokho como siento con una sola de tus caricias o de tus besos. Una mirada tuya basta para que cualquier cosa importante me sea olvidada con tal de perderme en el capricho de verte.
Y hoy tomé la decisión definitiva de dejarlo. Cuando volviste a pedírmelo con la tristeza surcando tu rostro. Como cada vez después de que eres mío y la culpa te atormenta pero esta vez tus luceros lucieron apagados y quizás hasta cansado de este amor en secreto. Y me aterrorizó la idea de perderte, la idea de que me dejes por alguien que pueda darte todo lo que yo te doy pero con libertad y en público.
* * *
Shion acaba de dormirse y yo no puedo hacer otra cosa que despertarme con la culpa de lo sucedido, como pasa todas las veces que nos encontramos en este cuarto.
Soy cobarde por no poder ponerle fin, pero también soy cobarde por haberle dado inicio a esto. Pero no puedo luchar con el amor que Shion despierta en mí, con el amor que descubrí cuando era su aprendiz en la casa de Aries, cuando me sonreía ante una pregunta bien contestada o me felicitaba por el arreglo de una armadura.
Y me alegré al verlo encontrar la felicidad con Dokho, o por lo menos creí que era feliz hasta que comencé a verlo mirarme con otros ojos. Con los mismos sentimientos con los que debía verlo yo sin darme cuenta y busqué un escape en Saga.
Un escape que no funcionó porque al enterarte me llamaste una y otra vez a tu lado hasta que conseguiste alejarlo. Un escape que terminó cuando me besaste por primera vez porque supe que jamás podría dejarte. Porque cada parte de mí alma y de mí cuerpo pedía a gritos ser tuyo por más que pensara en la persona a la que estábamos lastimando.
Y entonces acepté ser el tercero, el intruso aunque me juraste que dejarías a Dokho y creo en esa promesa que hoy renovaste. Quiero creer que este amor será lo suficientemente fuerte para soportar las miradas de Dokho y la culpa que me atormenta día tras día. Porque después de cada encuentro el arrepentimiento me asalta, por más que sé que ya no sientes nada por él, que es a mí a quien amas y es a mí a quien necesitas a tu lado.
* * *
Regreso al Santuario y de inmediato noto a Kiki esperándonos en el primer templo. El chiquillo se acerca y me entrega un sobre cerrado.
-¿De quién es? – pregunté sorprendido.
-Del maestro Dokho, maestro Shion – responde tu pequeño discípulo.
La abro con cierta preocupación y leo su despedida, la culpa me invade pero después presiento que él será tan feliz como yo lo seré a tu lado.
-Dokho me ha dado la libertad – comento en voz alta y entonces sin ninguna culpa beso tus labios.
