Una vez de haber realizada mi misión encargada por Saga me encamino hacia Kraken, no sin antes hacer una escala en mi hogar para ir por aquellas armas que representaban algo importante en mi vida, ya que estas me fueron heredaras.
Ingresando aquel túnel que realice debajo de mi cama y con una vela en mano ilumino aquel enorme baúl. De los bolsillos de mi pantalón saco aquel saquito rojo de múltiples llaves, paga que me había dado el rey de Wyvern la primera vez que fui a su reino. Sacando la llave más oxidada y de mayor decorativo introduzco esta llave en la cerradura oxidada del baúl para que una vez abierto dejara a la luz mis más grandes tesoros
Sonrío con nostalgia mientras voy retirando aquel cuero de ciervo que protegía a esa majestuosa espada Claymore con tres piedras preciosas en su mango, un diamante, una amatista y un ámbar. Dicha arma le pertenecía a mi padre. La ballesta de sauco y el Khopesh de doble filo perteneciente a mi mentor y por último la falcara que mi hermano me regalo en aquel ultimo cumpleaños, el ultimo que compartiría con él.
Hago una pequeña ceremonia mientras las voy retirando de su encierro para colocármelas. Entre aquellos objetos también estaba el dije de mi madre, el cual era igual que el de Saga, tenía dos aves que rodeaban a una osa, que yacía en el centro. Fue un regalo que le hizo mi padre durante su boda.
Al finalizar aquella pequeña ceremonia cierro de golpe aquel baúl saliendo de nueva cuenta al exterior y volver a ocultar aquel pasaje con la cama. Me dirijo a la cocina dando unos tragos de cerveza que quedaba en aquel barril que hurté. Miro por la ventana notando en breve unas sombras que pasaban corriendo afuera de la casa. Explayando una sonrisa irónica termino d edad mi último trago, para así acomodarme todas las armas así como aquel morral donde llevaba el libro hurtado de la biblioteca del rey de Kraken que llevaba conmigo y salir de mi hogar.
Sabía que no estaba solo en esos momentos pero, en estos casos lo mejor era fingir ingenuidad y proseguir mi camino a Kraken mientras silbaba con discreción para llamar a mi caballo.