Todo fue en un jaque mate. Mu llevaba seis meses jugando todos los días una partida contra Shaka, su mejor amigo desde su época como aprendices del Santuario.
Seis meses en los que había aprendido gracias al rubio a conocer el nombre de las piezas y los movimientos que tenían. Fue Shaka el que se tomó el trabajo de enseñarle prácticamente de cero el apasionante mundo del ajedrez.
Jamás creyeron que a ambos les gustaría jugar contra si a diario, Shaka por entretenerse y pasar largas horas de charla. Mu por la misma razón y por una en especial… ganarle. Ganarle al virginiano que le había enseñado todos los trucos del juego. Mu lo intentaba día tras día y nunca lo consiguió hasta esa noche.
-Jaque, Mu. No puedes mover la torre por eso.
-La defensa siciliana no es así, Mu. Intenta de nuevo
-Está bien, puedes deshacer el movimiento… pero ¡sólo esta vez!
-¡Jaque mate, Mu!
Esa noche por fin logró encerrar a su amigo en una serie sucesiva de jaques, alfil jaquea al rey, salvado por Shaka, reina come a torre y hace jaque, caballo se mueve en L para realizar un doble jaque ayudado por la reina. Piezas blancas y piezas negras disputándose palmo a palmo el terreno de juego… o mejor dicho el campo de batalla porque el ajedrez es la simulación de una guerra.
-¡Jaque Mate! – la exclamación de Mu fue llena de satisfacción, y de orgullo por haber logrado vencer a su mejor amigo después de incontables partidas.
-Bien hecho – la felicitación de Shaka fue sincera, mientras se acomodaba los cabellos rubios con una sonrisa plasmada en su rostro.
Mu lo miró atentamente, dudando por un instante entre el hecho de estar frente a su amigo o frente a un ángel descendido a la tierra.
-Gracias, Shaka. ¡No podría haberlo logrado sin ti!
Fue el turno de Shaka de perderse en esa límpida mirada verde y en esos cabellos lilas.
-Creo que tendré que buscar otro juego – murmuró el rubio.
-¿Cuál tienes en mente? – preguntó Mu sorprendido.
-Este – fue un impulsivo gesto, pero fue un beso, simple, sencillo, dulce y tierno. Una explosión de sentimientos en dos corazones que sabían que latían acompasados pero recién se decidían a expresarlo abiertamente - ¿Qué te parece mi juego? – inquirió seductoramente el rubio, haciendo dudar al ángel lila de si en realidad era un ángel o un demonio seductor lo que tenía enfrente.
-Que no me cansaré de jugarlo – los dos rieron abiertamente y volvieron a buscarse, acompañados sólo por el frío tablero de ajedrez y por las mudas piezas que guardaron celosamente los secretos de esa noche.
Seis meses en los que había aprendido gracias al rubio a conocer el nombre de las piezas y los movimientos que tenían. Fue Shaka el que se tomó el trabajo de enseñarle prácticamente de cero el apasionante mundo del ajedrez.
Jamás creyeron que a ambos les gustaría jugar contra si a diario, Shaka por entretenerse y pasar largas horas de charla. Mu por la misma razón y por una en especial… ganarle. Ganarle al virginiano que le había enseñado todos los trucos del juego. Mu lo intentaba día tras día y nunca lo consiguió hasta esa noche.
-Jaque, Mu. No puedes mover la torre por eso.
-La defensa siciliana no es así, Mu. Intenta de nuevo
-Está bien, puedes deshacer el movimiento… pero ¡sólo esta vez!
-¡Jaque mate, Mu!
Esa noche por fin logró encerrar a su amigo en una serie sucesiva de jaques, alfil jaquea al rey, salvado por Shaka, reina come a torre y hace jaque, caballo se mueve en L para realizar un doble jaque ayudado por la reina. Piezas blancas y piezas negras disputándose palmo a palmo el terreno de juego… o mejor dicho el campo de batalla porque el ajedrez es la simulación de una guerra.
-¡Jaque Mate! – la exclamación de Mu fue llena de satisfacción, y de orgullo por haber logrado vencer a su mejor amigo después de incontables partidas.
-Bien hecho – la felicitación de Shaka fue sincera, mientras se acomodaba los cabellos rubios con una sonrisa plasmada en su rostro.
Mu lo miró atentamente, dudando por un instante entre el hecho de estar frente a su amigo o frente a un ángel descendido a la tierra.
-Gracias, Shaka. ¡No podría haberlo logrado sin ti!
Fue el turno de Shaka de perderse en esa límpida mirada verde y en esos cabellos lilas.
-Creo que tendré que buscar otro juego – murmuró el rubio.
-¿Cuál tienes en mente? – preguntó Mu sorprendido.
-Este – fue un impulsivo gesto, pero fue un beso, simple, sencillo, dulce y tierno. Una explosión de sentimientos en dos corazones que sabían que latían acompasados pero recién se decidían a expresarlo abiertamente - ¿Qué te parece mi juego? – inquirió seductoramente el rubio, haciendo dudar al ángel lila de si en realidad era un ángel o un demonio seductor lo que tenía enfrente.
-Que no me cansaré de jugarlo – los dos rieron abiertamente y volvieron a buscarse, acompañados sólo por el frío tablero de ajedrez y por las mudas piezas que guardaron celosamente los secretos de esa noche.
