Aprieto mis labios con algo de fuerza para lograr contener la carcajada que quiere escapar desde lo profundo de mí ser, “domador”, jamás me habría referido de esa forma hacia mi persona, mis hombros tiemblan ligeramente por contenerme, sin embargo; mi piel se eriza ante el tono de sus palabras, esa entonación ronca que me lleva al nirvana en tantas ocasiones.
Es increíble la cantidad de emociones que despierta sobre mi ser, mi alma y mi cuerpo se sienten llenos a su lado, es el complemento que me hacía falta, se comporta tan infantil como cuando éramos unos chiquillos y sé que lo hace por sacarme de mi estado meditabundo de siempre, con él a mi lado se han terminado las rutinas.
Le escucho hablar pacientemente sabiendo que no hará nada contra nuestro amigo y que es una persona tan leal que no le importaría dar su vida por cualquiera de nosotros, mi mano va unida a la suya disfrutando de la textura de su piel, después de escuchar su pregunta finalmente mi máscara se rompe por un instante como siempre.
Me giro hacia él y le doy un beso invasor y rápido, no debo tentar a mi suerte, pues de alguna manera siempre logra ejerces un gran dominio sobre mis emociones. – Deja de quejarte, ya estamos cerca, si vez hacia esa dirección, verás la cima de la torre. – Me burlo levemente por su despiste.
- A Jamir he venido cerca de unas cinco veces creo, no estoy seguro. – Respondo a su pregunta recorriendo el corto trayecto que nos queda a su lado. – No le bromees mucho por hoy, déjale disfrutar plenamente del día, sin travesuras de por medio. – Advierto mirándolo algo severo deteniéndome a pocos metros.
Observo su expresión y me quito su camisa de mi cabeza, le agradezco el habérmela prestado pero no voy a reconocérselo tan fácil, después veré como compensarle, mis ojos recorren su cuerpo y una idea se viene a mi mente, me acerco lentamente a su cuerpo sin despegar mis ojos de los suyos, paso mis manos por su pecho deslizándolas lentamente, si quiere que deje mi actitud meditabunda le daré el gusto.
Me acerco con suavidad a su oído y suspiro con suavidad antes de hablar. – Si yo soy un domador, entonces… ¿Qué eres tú? – Le pregunto sensualmente para retirarme y arrojar su camisa sobre su cabeza mientras corro los pocos metros que nos separan de nuestro destino.
Evito mirarle mientras avanzo los pocos metros que nos separan de la entrada a la torre, no quiero que la tentación me domine y él sabe cómo hacerme ceder, desde niños siempre ha sacado ese lado confiado y desinhibido del que se ha adueñado.
Logro llegar a la puerta y la toco inmediatamente para evitar una represalia por su parte, espero pacientemente a que Mu salga a nuestro encuentro.