—Ahhh… Aioros…—
Escuchar mi nombre de esa forma tan ronca y que jamás pensé aumenta mi deseo de una forma que nunca imaginé, una punzada placentera se aloja en mi miembro haciéndolo temblar dentro de su prisión mientras mis labios devoran los suyos gimiendo en su boca cuando succiona mi lengua de esa forma tan deliciosa.
Despego mis labios de los suyos para descender besando su mentón, libero una de sus manos para levantar su cabeza de forma algo brusca mientras mi lengua recorre toda la bronceada extensión de su cuello y mis labios succionan a la par, mis ojos encuentran la marcada vena de su cuello y la muerdo con algo de fuerza deseando infligirle un poco de dolor, en forma de castigo por orillarme a esto, a desear tomarlo de esta forma, de que olvide que la sangre que corre por esa gruesa vena nos une.
Mis caderas se empujan contra las suyas con más fuerza al sentirle rodearme con sus piernas, mientras siento las suyas responderme de igual forma y mi lengua acaricia la zona que he marcado, escucho sus gemidos y jadeos salir agitadamente de esa enrojecida boca y respondo al contraataque que me lanza mordiendo y succionando sus labios, obligándole a sacar su lengua para chuparla con fuerza y deseo.
Mi otra mano termina de liberarlo para colarse ente nuestros cuerpos y desabrochar su pantalón con algo de dificultad, libero su miembro sacándolo por la abertura del cierre mientras sus calzoncillos quedan enrollados deteniéndose con su hombría erguida, mi mano se mueve con suavidad acariciando su punta mientras me apoyo en mis rodillas para soltar su hombría y liberar la mía.
Una vez que las libero comienzo a mover mis caderas contra las suyas sintiendo el caliente contacto de su piel y la mía, gimiendo con fuerza por la electricidad que me recorre al sentir el roce entre nuestras erecciones al desnudo, me recuesto sobre su cuerpo para que nuestros pechos estén en contacto aunque el mío sigue cubierto.
Fijo mi mirada en sus ojos verdes, antes inocentes y ahora nublados por el deseo que nos domina, eso hace que la ira me controle pues no sé qué demonios está pasando, que ha pasado con el pequeño niño que corría siempre tras de mi con una brillante sonrisa.
Mi lengua sale para delinear sus labios pero no le beso, solo tanteo sus labios hasta que sale la suya para rozarla con la mía soltando un gemido ante la deliciosa sensación de sentirle, mis labios se mueven por su mejilla hasta llegar a su oreja donde mi lengua la recorre de afuera hacia adentro.
– No saciarás… tu deseo… entre las piernas… de nadie. –
Susurro entrecortadamente en su oído sabiendo que ya no hay vuelta atrás que esta noche la sangre nos estorba y que voy a tomarlo como un hombre, porque es en lo que se ha convertido sin que mis ojos pudieran verlo.
Muerdo su oreja con algo de fuerza mientras mis caderas empujan contra las suyas. – Esta noche… obtendré algo más que la verdad. – Hablo difícilmente sintiendo como la sangre me hierve.