Al levantarse por la mañana con el rayo del sol naciente, Julian Solo tenía medidos y controlados los movimientos ha realizar durante el día; cada uno más especifico que el anterior, cada minuto pautado por una acción a ejercer programada incluso con semanas de anticipación. Pocos momentos podía dedicarlos a recrearse libremente tras un excelente ejemplar literario, alguna buena película o simplemente una charla mucho más nutrida que las finanzas, la bolsa de valores y las breves video conferencias que podía mantener con los inversionistas en Bretaña, España y Portugal.
A pesar de todo esto, aquella mañana Sorrento le había pedido que no se preocupara y que dejase los asuntos de la empresa en sus manos; y siendo él un amigo de la infancia y practicamente ocupar un lugar cual miembro corporal en su vida, lo dejó hacer a sus anchas.
Aquél día tomaron uno de los barcos pesqueros y se dirigieron a la playa de cabo sunión, donde historias y leyendas misteriosas y fascinantes podían escucharse en las inmediaciones del lugar.
Julian respiró de la libertad por primera vez mientras desendía del barco.
Sabiéndose conocido por el mundo, aún más en las costas griegas, descendió del navío ataviado con un traje de playa ligero que consistía en una bermuda azul cielo, una camisa ligera y zapatos cómodos de playa; sus pupilas verdi azules estaban cubiertas por un par de lentes de sol color azul rey con armazón negro, y su larga y ondulada cabellera estaba sujeta a la altura de la nuca por una liga negra; sobre la cabeza llevaba puesto un sombrero de paja que disfrazaba oportunamente su apariencia aristócrata por algo mucho mas sobrio y sencillo.
Según Sorrento, dificilmente seria reconocido en aquél lugar, pero para que el plan funcionara adecuadamente debía mezclarse entre los demás.
Observó con aquella mirada inquisitiva y vivaz que le caracterizaba, buscando un adecuado especimen para su pequeño plan. Su memoria era fotografica y podía aprender rapidamente solamente con mirar una vez.
Notó que a lo lejos se encontraba un muchacho flaco, que a pesar de su complexión delgada tenía el cuerpo marcado, demasiado marcado; su piel poseía también un tono diferente, y su apariencia aunque era joven, poseía un rasgo de madurez superior al que podría haber identificado en algún otro turista.
Sintió curiosidad por analizarle más de cerca, pues en apariencia se notaba más normal e interesante que el resto.
Notó que necesitaba una toalla, y no dudó demasiado en sacar un fajo de billetes del pantalón y simplemente comprar una a un precio que consideró justo, y que seguramente, de haberlo sabido, alcanzaria para comprar una docena de ellas; sin embargo, por la actitud del hombre creyó que era correcto y simplemente pagó; enseguida se dirigió hacia el joven muchacho y tendió la toalla a un lado de la suya, no demasiado cerca, sólo lo suficiente para continuar su estudio a la distancia y mezclarse apropiadamente.