No había pasado más de un mes desde que se hospedara en la ciudad de Oslo para pasar unas vacaciones. Si bien el idioma no era fácil de aprender, sí lo eran sus habilidades telépatas pues con éstas, podía defenderse y hacerse comprender sin mayor esfuerzo.
Caminaba tranquilo por una de las calles céntricas cuando encontró a un niño disfrazado, llorando con cierto desconsuelo. Por inercia y tras recordar a su pequeño discípulo, se aproximó hasta el menor e indagó en el problema para poder solventarlo.
Y vaya que era un problema… El hermano mayor del muchacho y éste, participaban en un pequeño teatro ambulante y estaba por comenzar su primera función oficial; el problema residía en que el hermano mayor se encontraba indispuesto por un virus estomacal.
Con su buen hacer y tras una buena súplica por parte del menor, acabó enfundado en un tutú color rosado y bailando al compás de la música - un tanto hipnótica - producida por una flauta. ¿En qué momento había sucumbido a ese compás? Era incapaz de decirlo pero lo que sí podía confirmar era lo mucho que estaba disfrutando la experiencia-
Para su suerte, nadie vería la guisa que llevaba o su prestigio como santo se habría visto afectado: La cara llena de maquillaje blanco, las mejillas pintadas con círculos de un rojo intenso, los labios marcados en un perfecto rombo negro y los ojos, perfilados con un verde intenso que casi camuflaba el color de los iris jade. Como vestimenta, tan sólo un tutú rosado encima de un ajustado traje negro. Las sandalias eran lo de menos pues en sus ropajes habituales, ya formaban parte de sí mismo.
Bailó y rió sin voluntad, hasta que sin proponerlo, acabó animando al público a participar en aquel extraño festejo.