Llevaba una pequeña bolsa con correa larga donde guardaba hojas de papel y lapices, por si tenía que anotar alguna cosa interesante o que requiriera mayor averguación de mi parte; pues no comprendo a la gente que suele hacer esas cosas dentro del propio libro. Algunos cometen la barbaridad de tachonear y rayas con tinta indeleble, mientras que yo transcribo las frases, sitios y articulos de mi interés para buscarlos después en otro.
El libro que escogí tiene mucho de eso, y la mesa donde siempre empleo mi estudio está llena de libros que analizan la divina comedia, libros religiosos del cristianismo, una biblia y seis diccionarios.
Mi mano se restriega contra mi frente mientras mi boca es golpeada suavemente con la goma del lapiz en tanto mis ojos releen la misma frase una y otra vez. Cuando mi cerebro se resiste a comprender, me levanto de la mesa y camino entre los libreros buscando algo que me ayude a comprender las ideas del ya para mi, loco Dante.
Me encuentro en esta tarea cuando siento los pasos de un ente nada desconocido; mi enfrascamiento era tal que no noté a Mascara de Muerte en este mismo sitio.
Se presencia me sorprendió, pues no le esperaba...
Moví la mano en el aire, y me despavilé al darme cuenta que Dante era Italiano, la divina comedia estaba escrita en italiano, y él, el canceriano, pertenecía a aquél país con forma de bota.
Pude haberme alegrado y saltado de emoción. Seguramente él conocía la hisoria y él podía explicarme mejor que el propio Dante a qué se referia; sin embargo, lejos de hacer cualquiera de las cosas que me imaginé, regresé la vista a los libros, y me movi de lugar para que no descubriera exactamente que era lo que buscaba.
— Nunca pensé que nos encontrariamos en un lugar como este.— Le comenté, observando la pasta gruesa y rojiza de una enorme enciclopedia sobre el universo. Una idea pasó por mi cabeza, y atrajo la atención hacia Death Mask otra vez. — ¿Te enviaron a buscarme? ¿Ocurrió algo en el Santuario?