Negué con la cabeza al tiempo que escuchaba sus últimas palabras, me había mantenido en silencio desde que recobro la conciencia, tan solo observando su rostro mucho más relajado y ahora confundido al encontrarse en un lugar que desconocía, su siempre radiante alumno corrió a su encuentro anidando con entusiasmo sobre sus brazos, respondiendo a la pregunta no formulada de Aries sobre donde se encontraba.
Mu parecía más contento cuando pudo constatar con sus propios ojos que Kiki se encontraba en una pieza, ya no lloraba y ahora comía con tal devoción de gustando la infinidad de platos traídos por los monjes.
-No digas eso Mu, ninguno causara ninguna molestia si permanecen en este templo-Volví a llevar mi mano a su rostro corriendo sus largos cabellos de su frente, abrí mis propias orbes para poder contemplarlo de mejor manera. –Y realmente prefiero que se queden donde pueda verlos…-Sentencie en un tono más serio endureciendo las facciones, pasando de la alegría al enojo en tan solo un segundo.
Pero no, no estaba molesto con Aries, él no tenía la culpa de lo sucedido, todo eran tan solo una serie de sucesos que no conseguía comprender con claridad, desde mi perspectiva solo veía la ira contra aquellos que se hacían llamar mis compañeros de armas, debo admitir que me distraje con mis pensamientos, e incluso paso desapercibido para mí el suave movimiento de mis cabellos producto de la elevación de mi cosmos, tan solo recobre mi sentido a la realidad cuando un golpe en la puerta me hizo relajarme de golpe, se trabaja de aquel monje de edad avanzada.
-Shaka, ha llegado el medico para revisarlo, ¿me permites unos momentos a solas contigo?- Asentí con la cabeza, baje el rostro para mirar a los ojos de jade del lemuriano, le acaricie la mejilla por una última vez antes de ponerme de pie. –Regresaré en un momento, permite que el medico te revise, te aseguro que es uno de los mejores y sabrá cómo cuidar tus heridas y ayudarlas a sanar más rápidamente-
Camine hasta la puerta y permití que el hombre de bata blanca entrara, salí al pasillo cerrando la puerta por detrás de mí.
-¿Qué sucede maestro?- Quizás me vi algo brusco al cuestionarlo tan de golpe, pero en aquellos momentos me debatía entre la cortesía con aquellos monjes que eran parte de mi familia y el estar a un lado de Mu cuidándole, dándole mi compañía e incluso mi cariño.
-Shaka, tu sabes que a ninguno nos incomoda que tus visitas se queden en este templo, pero a mí más que a nadie le inquieta el motivo real de que tengas ese fuerte deseo de protegerlo-Baje la mirada, ciertamente no salude a nadie cuando llegue, no di mis respetos a Buda e incluso había olvidado colocarme el manto de inmaculado tono blanco antes de acceder al recinto sagrado, pero mi preocupación por el lemuriano era tal que lo único que me importo apenas me sentí en un lugar seguro era que le fuera dado un lugar en el que pudiese reposar.
Sin cerrar los ojos alce la vista hacia el anciano, pocas veces por no decir ninguna él había tenido la visión de mis pupilas azuladas, desde muy pequeño me confine a una vida sin el sentido de la vista, mi entrenamiento me exigía una profunda concentración y yo me exigía a mí mismo la más ardua de las tareas, y una de ellas era el poseer el nivel de energía más alto y bien encaminado, de ahí que decidera privarme de uno de mis sentidos.
-Tengo que admitir que no he sido sincero con usted-Era la primera vez que me atrevería a hacer tal confesión, ni la mismísima Athena tenía la bondad de conocer mis sentimientos, solo Buda tenía acceso a lo más recóndito de mis emociones, a ese sitio tan privado y de tan difícil acceso ya que jamás me permitía ser libre, ni caer en ninguna especie de relación, la tristeza que conocía de la vida humana a menudo me privaba de sus buenas virtudes, era el castigo con el que cargaba al saber y comprender tantas cosas.
-El nombre de ese caballero es Mu, es el guardián de la primera casa; Aries- Hice tan solo una pequeña pausa. –Y es también la persona a la que más amo en el mundo…-Lo había dicho, algo que ni los oídos del lemuriano habían tenido el gusto de escuchar, no porque no deseara expresárselo, más bien por que desconocía la manera correcta de decírselo.
El monje me miro largamente sin decir palabra, su primera reacción fue de total sorpresa una que no se molestó en disimular cuando abrió ampliamente los ojos, separo los labios en clara señal de exaltación, más no dijo nada, después paso al nerviosismo, a los cuestionamientos y a repensar las mil cosas acerca de mi relación con el hombre que descansaba ahora en la habitación contigua, cada tanto volvía a mirarme como si esperase de mí una risa o alguna señal de estar jugándole alguna broma, pero él sabía que yo era incapaz de tal manifestación, el dejo sereno y altivo de mi rostro y posición nunca se perdían y costaba mucho sacarme de mis acostumbrados cabales.
Finalmente suspiro, la sabiduría de Buda debió iluminarlo porque paso de la estupefacción a la aceptación en cuestión de minutos, poso su mano sobre mi hombro con respeto y me sonrió con un dejo cómplice.
-Me has sorprendido Shaka, nunca pensé que alguien como tu pudiese llegar a tener esa clase de sentimientos por otro ser humano, no es que te piense incapaz de amar de alguien, es solo que en tu testarudez siempre preferiste hundirte en las enseñanzas de Buda que en vivir una existencia plena- Parpadee un par de veces, realmente aquel anciano llego a conocerme mejor de lo que yo mismo hubiese pensado, curvee mis labios en una sonrisa calmada y sincera.
-Buda me ha permitido ver más allá de mi propio saber-El monje asintió varias veces con la cabeza, ahora que comprendía mejor la situación parecía menos nervioso y mucho más complacido con las inesperadas visitas.
-A puesto que aún no se lo has dicho, ¿Cierto?, deberías hacerlo, de lo contrario él podría pensar que no te interesa-Suspire, si, había algo de eso, me daba cuenta que Mu aun dudaba de acercarse demasiado por temor a mi rechazo, y me miraba constantemente a la espera de que le aclarara alguna cosa sobre mis sentimientos, algo que renuente yo no terminaba de hacer.
-Lo haré maestro-Sonriéndose el monje palmeo mi espalda y me indico que volviera a la habitación, justo cuando el medico salía y nos decía que había colocado vendas y ungüentos en las heridas de Aries, le había otorgado algunos medicamentos y que con unos días de descanso estaría como nuevo.
El monje entro primero, se acercó a la cama y tomo las manos del lemuriano con afecto entre las suyas.
-Pueden quedarse el tiempo que gusten, este siempre ha sido un hogar para Shaka y ahora lo será también para ustedes- Soltó suavemente las manos del carnero y se dirigió al pequeño al que le acaricio la cabeza con la misma ternura y entonces salió de la habitación dejándonos nuevamente solos.
Me senté de nuevo a su lado sin dejar de mirarlo, me incline hacia el frente y me atreví a besarle con dulzura en la frente, dejando descansar después la mía con delicadeza sobre la suya, le murmure mirando directo a sus ojos de jade.
-Me alegra mucho que estés a salvo Mu… Realmente me asuste cuando creí que te perdería….-Me calle de repente, quería decírselo pero no hallaba las palabras correctas o el modo para hacerlo, esto era completamente nuevo para mí, comencé a pensar en el temor que invadió cuando su energía se opacaba cada vez más, el corazón me latió con fuerza y el coraje regreso a mis sentidos.
Me relaje, eso ya no importaba, él estaba ahí junto a mí, estaba débil sí, pero se pondría mejor y yo me encargaría de que fuese así, levante unos centímetros mi rostro y lo besé dulcemente en los labios, cuando me separe acerque mi boca a su oído para poder susurrarle.
-Te amo Mu…-